Barricada contra las identidades españolas minoritarias
Una vez más me acojo a la libertad de expresión de este periódico y, como asiduo lector del mismo, deseo tener la ocasión de exponer mi desacuerdo con el artículo recientemente publicado en este diario con el título "Brutal intervencionismo en la enseñanza", firmado por Silvino Lantero.
España, por su historia, la diversidad de sus lenguas y la singularidad territorial, tiene la fortuna de ser un micro-continente.
La historia de sus pueblos no siempre fue convergente, interpretarla como un continuum historicum homogéneo no coincide con la realidad. Ningún monarca castellano o aragonés abdicó de su respectiva patria y se consideraban españoles, como los españoles nos vemos en Europa.
Los reyes de Asturias y León de la dinastía astur-cántabra llamaban España a Al-Andalus.
Enseñar también esta parte de nuestra historia no es adoctrinamiento ni faltar a la verdad.
Tampoco la diversidad de lenguas, que incluso convivían en una misma ciudad, rompía la cohesión de la sociedad.
Alfonso X erigió un monumento en Sevilla a su padre Fernando III, El Santo, y mandó grabar en el mármol las loas en hebreo, latín, árabe y castellano, y compuso Las Cantigas en gallego.
La primera vez que Alfonso V de Aragón habló a las Cortes Catalanas no se expresó en catalán, pero el año 1419, en su segunda visita, se dirigió a la Asamblea hablando catalán.
Ni la historia de las comunidades autonómicas es una intromisión partidista, ni las lenguas minoritarias pueden dañar la lengua castellana, cuya buena salud y omnipresencia la garantizan. Sí es urgente y de justicia hacer una discriminación positiva con las lenguas españolas minoritarias, más débiles y en peligro de extinción, como la asturiana, preservando la riqueza lingüística de España.
José Ramón García Fernández
Ex capellán del HUCA Villaviciosa
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