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Filosofía positiva y realidad

7 de Abril del 2014 - José Manuel López García (Gijón)

Evidentemente, la libertad es un valor que fundamenta la existencia humana en todos los sentidos pensables. También es la expresión de una voluntad que se proyecta en la realidad. Un filósofo alemán como Schelling destaca en su último período de pensamiento la contraposición entre un filosofar negativo o racional y otro positivo o empírico a priori aunque parezca una contradicción en los términos. En este sentido, a pesar del tiempo transcurrido, el realismo como forma de superación de lo puramente teórico es algo esencial. Ya que es cierto que lo conceptual no agota la realidad en toda su infinita diversidad.

Existen unos límites de la racionalidad ya que no puede explicarlo todo. Por tanto, si bien lo a posteriori es lo que construye o conforma el campo del conocer empírico, tampoco es suficiente en sí mismo sin las ideas. De hecho, frente a una filosofía racional como la kantiana Schelling considera que las insuficiencias explicativas de la interpretación teórica del mundo ponen de relieve el misterio del mundo y de la realidad ante la inteligencia. Para este pensador alemán de finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX la figura de Dios es necesaria comprendida como fondo sin fondo o como prius inconcebible o impensable. Porque como escribe Pérez-Borbujo Álvarez comentando a Schelling: «El sujeto de toda ciencia que se inicia en el comienzo radica en la voluntad, y ninguna voluntad se conoce a priori, sino en lo realizado y hecho. Lo que ocurre sin intencionalidad y separado de nuestra voluntad es lo que denominamos casual». Y es que lo primero que es lo divino desde este planteamiento metafísico, también es la manifestación simbólica de la búsqueda del conocimiento como actividad nunca terminada que caracteriza a los seres humanos.

En vez de una consideración exclusivamente logicista de las cosas y de la libertad se abren perspectivas nuevas basadas en la conjunción de la capacidad volitiva y creativa, y sobre todo de la acción en el mundo. Esta filosofía positiva propuesta puede ser construida actualmente desde diferentes planteamientos filosóficos. Por ejemplo, la hermenéutica a través de la interpretación de la realidad en la totalidad de sus aspectos es una muestra de la inacabable aventura del conocer. Todas las distintas escuelas o corrientes filosóficas, lo mismo que la ciencia, proceden con una actitud metodológica inequívocamente abierta a los cambios de paradigma, y a la revisión del conocimiento. Lo que es perfectamente razonable, si se piensa en las afirmaciones de Popper y otros filósofos e historiadores de la ciencia. Por tanto, el dogmatismo se supera precisamente con una filosofía positiva que reconoce la función de la crítica en el conocimiento, pero que admite la tarea inacabable de la ciencia y del saber a lo largo del tiempo.

Frente a las posibles quimeras que pueden ser producidas por el puro pensar especulativo, la relación con la realidad es el fundamento de una auténtica filosofía o metafísica positiva y realista en el mejor sentido pensable. De este modo, la libertad se expresa también a través de un pensamiento que está plenamente conectado a la experiencia. En relación con esto escribe Reinhold, pensador austriaco coetáneo de Fichte: «A partir de las determinaciones empíricas de los objetos dados se abstrae fácilmente la representación del representar que la proposición de la conciencia expresa». Porque aunque la existencia es pensable con los conceptos es interpretable desde una racionalidad crítica abierta y revisable, en función de los nuevos descubrimientos y conocimientos que sean alcanzados. Lo que pone de relieve la gran significación de un pensar libre como actitud hermenéutica que potencia además la capacidad argumentativa.

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