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El ministro de Hacienda y Cáritas

9 de Abril del 2014 - Fernando Albuerne (Oviedo)

Refería LA NUEVA ESPAÑA del sábado 29 del mes de marzo el enfado del ministro de Hacienda del Gobierno del PP a causa del informe de Cáritas, y deseo hacer algunas apreciaciones.

Primera: es buena señal que el Ministro se haya incomodado. Escuece porque el informe pone el dedo en la llaga. Este perverso sistema económico va dejando a su paso heridos, víctimas, y Cáritas ha denunciado una «economía que mata». No pretenda, pues, señor Ministro, palabras más suaves, porque no puede haberlas, salvo complicidad con lo malo. Estamos obligados a «decir no a una economía de la exclusión y de la inequidad» («Evangelii Gaudium», número 53). Y con mayor motivo, quizá, quienes deseen seguir a Jesús de Nazaret. Por eso, Cáritas no puede templar gaitas ni maquillar los datos.

Segunda: ¿cómo se atreve, señor Ministro, a descalificar el informe aduciendo que sus apreciaciones «no se corresponden con la realidad» porque «sólo se basan en mediciones estadísticas?» ¿No se da cuenta de que ha dicho una majadería? ¿Acaso no se guían ustedes por sondeos sobre tendencias de voto cuando se aprestan a unas elecciones? ¿No invocan día sí, día también estadísticas sobre el comportamiento económico y hacen predicciones sobre el del futuro? ¿Acaso unas estadísticas son buenas y otras no por no respaldar su política y las decisiones de ella derivadas? Mire, ya que el fin (beneficio económico) no justifica los medios (políticas que causan víctimas), busque otras razones, si no más convincentes, al menos más meditadas para no salir usted tan malparado.

Tercera: permítame decirle, señor Ministro, que, cuanto menos, ha sido desafortunada su censura sobre la comparación de los 3.600 millones para proteger las autopistas (¿Cuántas infrautilizadas? ¿Dónde está ahí el miramiento?) con lo que se precisaría para atender a las víctimas. Pero, mire por dónde, su desaprobación descubre dónde está el corazón de la política económica gubernamental: las autopistas por delante de las personas. Jesús fue contundente: «No podéis servir a Dios y al dinero». Y, para que no escurramos el bulto, avisó: «Donde está tu tesoro, allí está vuestro corazón». Así que, por seguir con la comparación, ¿qué prioriza su gobierno, autopistas o personas?

Para concluir, una consideración final. Cáritas es la Iglesia, no un mero añadido, un apéndice, algo accidental. Tan es así que, si faltara esa función del servicio, de la diakonia, dejaría de ser la Iglesia de Jesús, lo mismo que si faltaran el anuncio del Evangelio o los Sacramentos. «Sólo una Iglesia que se acerca a los pobres y a los oprimidos se pone a su lado y de su lado, lucha y trabaja por su liberación, por su dignidad y por su bienestar, puede dar testimonio coherente y convincente del mensaje evangélico» («La Iglesia y los pobres», número 10, año 1994). Está en su ADN. Los padres de los primeros siglos lo proclamaron con rotundidad: «Del hambriento es el pan que tú retienes; del que va desnudo son los vestidos que guardas en tus arcas; del descalzo, el calzado que guardas en tu casa. Y, en resumen, estás ofendiendo a cuantos pudiendo socorrer no lo haces» (San Basilio). O San Gregorio, contemporáneo de Basilio: «La humanidad para con el necesitado no admite dilación». Por eso, señor Ministro, Cáritas no puede andarse con medias tintas ni afeites para no enfadar al Gobierno, sea el que sea.

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