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Innovar, es nacer libre.

14 de Julio del 2009 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Nunca encontraremos la forma de hacer un verdadero acto innovador si nos encontramos satisfechos con normas que nos atan y no sentimos deseos de cambiarlas. Innovar es también colaborar y desear la misma libertad e información para el que está a tu lado. De otra forma se frena el desarrollo innovador del propio ambiente: la atmósfera en la que respiramos.

En Asturias no hay más innovaciones productivas porque falta espíritu para mirar más allá del propio partido o grupo. Cuando alguien surge con espíritu innovador, acaba mirando más allá de nuestras montañas o más allá del horizonte de nuestros mares y forma equipo y empresa allá, y, cuando vuelve a la satisfecha Asturias lo hace por vacaciones con humor y espíritu deportivo. Aquí los líderes se perpetúan en el poder durante décadas de la forma más natural y democrática posible, gracias a ese espíritu sarcásticamente satisfecho. Pero, si no se educa para la aristocrática libertad del pensamiento y no se fomenta el espíritu crítico: ¿habrá democracia? Desde luego lo que no habrá es innovación. El poder al que me refiero es tanto el poder político como el sindical, el financiero o el patronal (empresarial es un concepto distinto). En Asturias es falso que pensemos en innovar (o que simplemente podamos). Vamos a remolque de lo que nuestros vecinos nos ceden como trabajo. Cuando ellos innovan, nos venden la ropa usada y nos dan trabajo. Y, como cambiamos de ropa, creemos hacer grandes cambios e innovaciones para justificar cuantiosas subvenciones con las que asumir la ropa usada a modo de innovación.

Sufrir la libertad no es lo nuestro. Lo aberrante no es que el miedo a la libertad ate nuestros actos, es que ate hasta nuestros propios pensamientos. Machacamos a quien haya podido fracasar y por eso el fracaso es algo ocultable, cuando, precisamente, innovar es aceptar el fracaso como forma de conocimiento ante el nuevo reto que surge después de todo fracaso, innovar es sentirse libre para enfrentarte al fracaso. Mientras que tener éxito desde el servil clientelismo, es estar a verlas pasar como perfectos satisfechos.

¿Queréis algo innovador? Acabad con las subvenciones. Dejad sólo una, aquella que garantizaría la gratuidad de las gestiones para formar una empresa sea cual sea el gestor; ya se encargará él de cobrarla. Aparte de esto, se debería fomentar el sector público con medios propios en educación, formación, salud y formación ocupacional para el aprendizaje permanente. Todo ello debe realizarse sin centros colaboradores. Al menos, que éstos hagan que todos sus trabajadores estén homologados a servidores públicos de similar función. No es de recibo una desigualdad salarial para un mismo servicio público. Pues, convierte la gestión en explotación y llega a negar la verdad del servicio público al fomentar la desigualdad entre trabajadores y, por tanto, entre ciudadanos. Errores de este calibre en las motivaciones de los servicios públicos pueden ser desastrosas y, aquí, nadie innova para corregirlos. ¡Ah innovar! Todo un reto del pensamiento creativo e imaginativo.

(Los médicos y sanitarios de Hospitales, profesores de centros colaboradores y trabajadores de otras notables Fundaciones o Patronatos con los que la Administración se ahorra la ejecución por medios propios de sus servicios pretendiendo ocuparse únicamente de la gestión, saben bien de que motivación se habla. Pero... ¿se puede gestionar correctamente lo que no se produce? Esa es la clave: lo correcto. En todo caso, la subvención a cualquier servicio público debe recibirla el ciudadano, si tal servicio se lo genera el sector privado, y no directamente el sector privado. Además, el ciudadano, tiene derecho a la existencia del mejor servicio público posible en estas materias.)

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