El pastor que divide a sus ovejas
El pasado jueves 10 de abril tuvo lugar la visita de Don Jesús Sanz Montes a la parroquia de Los Santos Apóstoles de Oviedo. Nuestro arzobispo se acercaba así, por primera vez en mucho tiempo, a una comunidad rota y dividida desde que en el último año el pastor de nuestra iglesia diocesana tomara una serie de decisiones que muchos de sus fieles nunca entendimos.
Posiblemente por el simple hecho de ser joven, de ser mujer, de carecer de "apellidos eclesiales", o de disentir de algunas prácticas que más parecen abusos de poder que muestras de servicio, mi sufrimiento resulte menos digno aún de ser escuchado que el de muchos otros "creyentes del montón" en esta Iglesia nuestra.
Sin embargo, mi tristeza y mi asombro son tan grandes que aún no puedo creer el doloroso regalo que Don Jesús nos hizo con sus palabras durante la visita pastoral. Porque una comunidad en la que de un tiempo a esta parte se palpa la división entre hermanos, se vuelven las caras los que antes comían juntos, y se habla en términos de "los suyos" y "los nuestros" (una comunidad cristiana, en definitiva, profundamente herida) necesitaba otras palabras.
Necesitaba escucha, necesitaba consuelo, mediación y palabras que le devolvieran el Evangelio del amor y del perdón. No para que mágicamente desaparecieran los conflictos. No para que se olvidara a los responsables de la ruptura. Para poder sanar. Para poder mirarse a los ojos. Para poder respirar y continuar con nuestra tarea.
En sus palabras finales, Don Jesús, usted me invitó a abandonar la comunidad en la que me bauticé y crecí. A mí y a todos los que sentimos que algo no estuvo bien hecho en toda esta historia. Los que sentimos que, últimamente, el amor y la comunión son más difíciles de vivir entre las paredes de este templo.
Pero lo siento mucho, de momento no puedo complacerle. Y créame, me resultaría más cómodo seguir su recomendación, coger la puerta y buscar lugares donde sentirme mejor acogida y más querida.
Después de una larga noche de reflexión sólo me cabe pensar que si pone tanto interés en dividir a "sus" sacerdotes, a "sus" seminaristas, y a "sus" laicos... en enfrentarlos entre ellos y lograr que se sientan solos, impotentes y poco queridos, debe ser que usted se ha sentido muy solo y muy poco querido. Es la única explicación que se me ocurre. Y eso también es muy triste, Don Jesús, se lo digo de corazón. Espero para usted tanta felicidad como le deseo a mi comunidad.
Teresa García Gutiérrez, catequista de Los Santos Apóstoles, Oviedo
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