Nuestra Semana Santa
La celebraremos un año más a lo largo de toda nuestra piel de toro. Son fechas tan señaladas que debieran marcarnos a todos no sólo por lo espectacular y pasional de tallas barrocas y nazarenos, sino por la salvación que nos otorga en Cristo Jesús. Es una historia que debiera llenarnos de ternura y de amor, también de gratitud. La Semana Santa viene a recordarnos nuestra historia y es una invitación a manifestar públicamente nuestra fe, lejos de ser los curiosos de turno, viendo los toros desde la barrera. Hay que vivir con sentimiento, gratitud y respeto este misterio, no siempre comprendido y menos valorado, de la muerte y resurrección de Cristo, piedra angular de nuestras creencias y de nuestra fe.
Las celebraciones de nuestra Semana Santa debieran ser una explosión de fe, una oportunidad de acercarnos y conocer más a fondo al que dijo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida». Un año más todos debiéramos estar ahí, incluso los jóvenes y pequeños, para celebrar el gran misterio del inmenso amor de Dios al hombre, recordando lo mucho que Él hizo por nosotros. Qué olvidadizos somos los hombres, tal vez desagradecidos.
Os invito a todos a acercaros a los cultos y procesiones, únicas en el año, que con tanto mimo, sin meter ruido, unas y otros, en pueblos rurales y ciudades, se disponen a preparar para que esté a punto y no falte detalle. No perdamos esta vieja tradición. Más aún, los cristianos, estos días santos, debiéramos vivirlos con empatía ya que es algo central, básico, fundamental, importante y esencial; no en vano es la historia más maravillosa jamás contada. Que estas fiestas de nuestra Semana Santa tan extendidas a lo largo y ancho de nuestra geografía nos hagan ser testigos de vida nueva y vivir como resucitados. Que sea una semana tan participativa como otros años, subrayo a mi parroquia de Muros, tanto en lo espiritual como en lo religioso, sin olvidar lo artístico que se deja ver en nuestros pasos y que a tantos turistas atrae.
Que esta Semana Santa, clave del año cristiano, llene de estrellas nuestro camino y reavive nuestra fe, tan dormida. Trabajemos en el proyecto y construcción del reino de Dios. Aparquemos la indiferencia religiosa, que tanta crisis ocasiona en nuestra sociedad, que nos hace perder nuestra identidad. Que no olvidemos al que es la fuente de la vida, de la gracia, del perdón, de la misericordia, ya que nosotros, tú y yo, somos grano de trigo sembrado. Pascua es camino, semilla, aliento, fuerza, luz. ¿Somos así, tú y yo? Por último, más que buscarnos las cosquillas unos a otros, pelearnos o desentendernos, no olvidemos que Dios siempre sale a nuestro encuentro, dejémonos seducir. Participemos en los diversos cultos y procesiones, quizá al ver tanta imaginería no seguiremos crucificando tan alegremente a nuestros hermanos, los hombres.
Luis Rodrigo, párroco de Muros de Nalón
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