Modélico proceso selectivo para plazas de operario en Corvera
Cuando nos enteramos en casa de que donde resido se iba a producir un proceso selectivo para plazas de operario con motivo de contrato relevo, mi hija de diez años me dijo: «Papá, tienes que estudiar mucho para sacarnos de esta crisis». ¿Qué padre puede soportar defraudar a su hija? Evidentemente, me puse a estudiar una media de siete horas diarias para intentar estar a la altura de su ruego.
La primera barrera en el empeño surge cuando se publican las primeras bases. Mi decepción fue enorme una vez leídas, por la imposibilidad siquiera de participar en el proceso al no estar en posesión del carné de conducir. Mea culpa, nunca lo necesité para trabajar de peón. Afortunadamente, las reclamaciones del comité de empresa municipal fueron escuchadas, dado que ningún peón tiene entre sus funciones o cobra por tareas de conducción. Aunque pueda ser un mérito, nunca debería ser una condición. Así que, después de las correspondientes revisiones de las bases (en plural, porque no hubo sólo una rectificación), volví a estudiar para intentar sacar a mi hija de la crisis, al menos durante un tiempo.
Efectuado el primer examen, el teórico, aquel en el que entraba un temario tan amplio que me hizo preguntarme si querían un simple peón o un completo hombre del Renacimiento, y superada la sorpresa inicial por la sencillez del mismo, dado que normalmente se utiliza el examen tipo test para hacer una criba, lo que no fue el caso, llegó el segundo ejercicio, las pruebas prácticas. Y aquí la chapuza ya se convierte en modélica: la primera prueba consiste en cinco problemas de supuesta cultura general que sólo cambiando los desconocidos criterios de evaluación por parte del tribunal permitió que algún perito lograra superar el examen. Indefenso me sentí en el propio examen, porque los primeros llamados tuvieron más tiempo que los últimos para leer las instrucciones. E indefenso me sentí cuando acudí al Ayuntamiento a solicitar las preguntas del examen para proceder a la impugnación y la amable persona que me atendió demostró su empatía y vocación de servicio público al indicarme que no entendía por qué me quejaba si el examen era fácil, de cultura general (aunque lo fuera, no era eso lo que decían las bases, el conocimiento de la solución de esos problemas no entra en las tareas del operario ejecutor, sino del oficial o encargado al mando). Naturalmente, me fui sin ver el examen, supuestamente porque no se había corregido. El tribunal acabó decidiendo que al no superar la prueba no puedo continuar en el proceso selectivo. Lo que no les importa es la indefensión e impotencia que provocan en los aspirantes decidiendo los criterios de evaluación después de acabada la prueba, para que alguien pudiera superarla. Aunque en caliente piense que juzgan impunemente, en frío trataré de descubrir si los ampara la ley al cambiar los criterios de evaluación y la interpretación de sus propias bases. Aun así necesito hacer público mi derecho al pataleo.
Seguramente mi indignación y mis reclamaciones no vayan a ningún sitio, y si lo fueran mi cara ya formaría parte de los indeseables que nunca tendrán una oportunidad de conseguir un puesto en el Ayuntamiento en que resido. Pero tengo muy claro que quiero mirar a mi hija a los ojos y decirle que lo he intentado, y que ella se pueda sentir orgullosa de su padre, aunque no haya logrado sacarla de la crisis.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo