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No toda parentela merece la pena

28 de Abril del 2014 - José Viñas García (Oviedo)

Para tratar de ser felices es imprescindible aprender a diferenciar personalidades, capacidades y sensibilidades en todo nuestro entorno, un entorno variado donde caben familiares directos, familiares políticos, compañeros de trabajo, amigos y vecinos. Casi todos nos vienen dados, salvo la pareja, hijos y amigos; estos tres últimos apartados son la verdadera familia: son los que elegimos nosotros y eso les da un plus de compatibilidad y compromiso que no tienen todos los demás que nos rodean. De ahí que debamos aprender que la familia lo es todo, pero no toda la familia lo es.

Por ese motivo nuestra personalidad marca nuestra capacidad para interpretar a cada cual y no llevarnos disgustos previsibles sabiendo lo que nos tocó en suerte. No es sencillo comportarse con corrección con todos, porque siempre aparecerá alguien dispuesto a hacernos la puñeta, salvo que sepamos marcar distancias de antemano y saber con quién podemos conversar de un tema determinado, con quién discrepar y con quién perder o no el tiempo. La edad te da eso, saber con quién quieres tomar un café y con quién no lo tomarás ¿Cómo se aprende esto? En efecto, llevándose algún patinazo, no es culpa de uno la primera vez; la segunda, sí. Por ello no se preocupen en demasía de este tipo de situaciones, son de las que se aprende de verdad. ¿Qué culpa tienen ustedes de tener un vecino o familiar que le faltan dos primaveras o le caemos mal? Cambiarle a él es imposible, pero sí podemos tratar de sentirnos conformes con nosotros mismos si ignoramos sujetos que sólo nos aportan negatividad, problemas y encerronas difíciles de enmendar.

Hay tantas personalidades como individuos, pero no todos con la capacidad de saber mantener las formas con el resto: los hay rencorosos, egoístas, envidiosos, faltos de humildad, también caben los zotes y algunos enteradillos que hacen la puñeta a cualquiera en cualquier velada, contradiciendo sin reparo y educación. Vemos cómo entre familiares al reparto de herencias siempre aparece el listillo, caradura o egoísta de turno queriendo apropiarse de lo que le tocó, y si le dejan querrá más. ¿Qué haces para no discutir? ¡Dejarle! ¿A que no es fácil?

Aunque usted trate siempre de llevarse bien con todo aquel que tiene cerca, no lo podrá conseguir, imposible para cualquiera, pero sí he de decir que, salvo las decepciones analizadas de antemano, el resto pueden causar un daño tremendo. Es cierto que hay decepciones y decepciones, pero quizás algunas sean culpa de nuestros defectos, que los tenemos, y también las incompatibilidades, que también existen. Es cierto que todos padecemos de un ego subido, que cuando nos tocan el orgullo o la dignidad saltamos o decimos al instante, y si como vimos la otra persona tiene pocas luces es difícil de compaginar nuestra decepción con su entendimiento, lo cual estaríamos perdiendo el tiempo y llevándonos un disgusto que no merece tal personaje. Tenemos que tener claro que la gente que se enfada con nosotros quizás esté mejor así por nuestra salud física y mental, a pesar de que pensemos que existan lazos por los que debamos llevarnos mejor. Ésa es la cuestión: saber salir del complejo de culpa porque alguien cercano deje de hablarnos porque nosotros le marcamos ese camino, ignorándole por completo; ya sólo podría empeorar situaciones tratando de llevarse bien con quien somos incompatibles para casi todo que no sea complacerle una y otra vez.

No caemos bien a todos, aunque nosotros no tengamos a nadie para encasillar de igual modo. En una palabra, hay gente que no merece la pena, sea cual sea el parentesco y la relación.

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