Personas antes que políticos
Los políticos, como todo en la vida, pueden ser buenos malos y regulares.
Los buenos son los que cumplen con su palabra. Ofrecen algo y se lo dan al pueblo, o al menos lo intentan porque ya se sabe que en la vida no todo es posible. Pero al menos hay buenas intenciones y responsabilidad.
Los regulares son los que se esfuerzan lo mínimo. Van a lo fácil y si hay que pelear por algo no pierden mucho sudor por su frente. Son los de la ley del mínimo esfuerzo. Trabajar sí, pero lo justo.
Y los malos son los de mucho hablar y poco trabajar. Los defensores de del dicho al hecho hay un trecho. Prometo, me instalo en la poltrona y a vivir que son dos días y la mitad se pasa durmiendo.
Como he dicho, estos últimos son los malos pero no son los peores. Los peores son los que hablan, prometen, no hacen nada y, al final, se escudan en otros políticos de otros colores, funcionariado, población en general.
Antes que políticos, hay que ser personas y a los del final yo los califico de malas personas. No tienen otro nombre. No hay otro calificativo para aquellos que, en cualquier aspecto de la vida no cumplen con su palabra y, encima, les echan la culpa a los demás.
Que se vayan los malos y que se dediquen a la meditación. Y nada que hablar de las malas personas. A estas no les dedico mas tinta.
Solo quiero que en nuestra maravillosa provincia estemos en manos de buenos políticos y si me apuran, de regulares incluso, pero ante todo personas antes que políticos.
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