Soledad
Es en la que nos acaba de dejar Gabriel García Márquez (1928), lo que viene a suponer más de cien años de esa soledad para las letras españolas. Gabo, como era conocido familiarmente por los suyos, nos deja un gran legado literario, sobre todo, en la novela y el cuento, que dominó con una gran maestría. Otro tanto hemos de decir como periodista. «Cien años de soledad» (1967), su gran obra, ya mereció el premio «Rómulo Gallego» en 1972. Otro premio importante fue el «Books Abroad», de la Universidad de Oklahoma, concedido este mismo año. Y obligado fue también el «Cervantes» de las Letras. El Nobel de Literatura ha sido el espaldarazo final a su rica trayectoria como novelista y escritor, cuya muerte llora hoy el mundo entero.
Obligada cita aquí de otro gran escritor hispanoamericano contemporáneo, coetáneo de García Márquez, como lo es Mario Vargas Llosa (1936), un tanto distanciados por motivos ideológicos, cuando tenía que ser todo lo contrario, porque ambos escritores, tan estimados y valorados, son la mejor y la más genuina representación de la literatura hispana en el continente hermano. Que ha dado grandes escritores e intelectuales de fama internacional, como estos dos maestros, y otros lamentablemente olvidados, entre los que destacaríamos a Gustavo Martínez Zuviría (1883-1962), argentino, político y, sobre todo, escritor, que adoptó el seudónimo de Hugo Wast con el que firmó todas sus novelas, apasionantes y de una gran ternura. Martínez Zuviría gozó de una gran popularidad como novelista y fue uno de los más leídos en los países de habla española. En 1957 le fue concedida la gran cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio.
La rica y fértil semilla de la literatura española –tanto lírica como en prosa–, a la que dieron vida los grandes maestros del Siglo de Oro, tuvo una no menos rica y fértil reproducción en las tierras hermanas de Hispanoamérica. García Márquez, hoy, es su mejor demostración. Él y sus novelas seguirán con nosotros en los cien años de soledad que nos deja. Que serán muchos más.
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