Espontáneos en las canchas
Va llegando el buen tiempo y, con él, el tiempo de desempolvar el balón de basket para aprovechar las canchas de Las Meanas, recientemente repintadas y con redes metálicas recolocadas.
Se agradece el mantenimiento de unas canchas que, cada año, van atrayendo a asiduos al baloncesto sin importar la edad o la habilidad de cada uno.
Escribo como un asiduo más a dichas instalaciones para denunciar la despreocupación con la que algunos ciudadanos invaden las canchas cuando claramente hay gente jugando en unas facilidades pensadas para tal fin. La falta de consciencia de la mayoría de viandantes resulta en ocasiones preocupante; y no por lo que pueda ocurrirle a los jugadores, precisamente...
A lo largo de los años, y cada vez con más asiduidad, se ve como la gente invade sin reparo la pista para cruzarla a paso de paseo; el problema se acentúa cuando en su mayoría, esa gente son personas ancianas, niños pequeños, gente en silla de ruedas, madres con sus carricoches, gente con sus mascotas... Es muy difícil cambiar de dirección en pleno salto o en plena carrera a velocidad punta; en mi última incursión por poco me trago a una señora de unos 60 años al darme la vuelta tras capturar un rebote y disponerme a salir de mi área.
Anécdota esta última que me recordó a cuando hace unos dos años un compañero de pista se lesionó el tobillo de gravedad al intentar evitar en un contraataque a una anciana con un bastón que se paseaba por dentro del área rival. Señora la cual, además de no pararse, se alejó refunfuñando, claramente ofendida, algo sobre lo "sinvergüenzas que somos los jóvenes". Tiempo después me enteraría que dicho compañero de cancha no habría vuelto a competir con su equipo tras aquella lesión.
Como bien he dicho, lo de menos es lo que pueda pasarnos a los jugadores, jóvenes y en forma en su mayoría, que utilizamos las pistas... Mi preocupación viene precisamente de que, en el caso de suceder una colisión en plena carrera, podría incluso tener consecuencias fatales para depende de qué persona que haya decidido aventurarse más allá de las líneas que delimitan el terreno de juego.Tanto la responsabilidad como el cargo de conciencia de alguien que estaba donde se suponía que debía de estar serían tremendas.
No estoy pidiendo que se delimiten las canchas con vallas de rejilla como si del Bronx o Harlem estuviésemos hablando, soy consicente de que, además de un desembolso importante, despojarían de su polivalencia a la explanada que también es utilizada como carpa para eventos, conciertos y fiestas locales; pero quizá un pequeño bordillo o una mera señal advirtiendo del peligro de invadir las pistas cuando claramente hay gente jugando dentro, ayudaría a concienciar a una gente que, si bien tiene tanto derecho como los jugadores a ocupar un espacio público, está poniendo claramente su integridad física en peligro.
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