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150 años del mejor cole del mundo

30 de Abril del 2014 - Borja Hevia Álvarez (Oviedo)

Y es que no olvido ni un minuto de mi vida allí, ni quiero hacerlo.

Muchos son los preciosos recuerdos que guardo conmigo de este centro; muchas son las anécdotas imborrables pasadas allí pero aún más, muchas son las personas que, de una manera u otra, han marcado mi vida y que, ocho años después, aún siguen estando en mí.

Escribiré algo muy breve, lo prometo, aunque podría estar llenando hojas con cosas buenas hasta que mi ordenador echase humo.

No sé muy bien por dónde empezar, la verdad, así que comenzaré cerrando los ojos y escribiendo alguno de los innumerables recuerdos que tengo del mejor cole del mundo: mi primera maestra, la señorita Elena, que me hizo vestirme de romano en Navidad cuando yo quería ser Herodes, tirarme de cabeza por el barranco que había tras la portería del patio de arriba, gritar ¡Normandía! a la vez que se iniciaba una batalla campal de tizas en clase ante la ausencia del profe o esa alfombra en la cual nos sentábamos para escuchar los cuentos de sor Paulina. Qué decir de las cadenas humanas en el patio cubierto los recreos con lluvia, sor Puri haciendo de árbitro sacándote la roja o la amarilla según te estabas comportando en el Día de la Niña María, Roberto haciéndote copiar doscientas veces cómo deberías haber bajado las escaleras, la blanca bandera de sor Micaela, José Luis recordándote que al fin era viernes y que no se creía que hubiera o hubiese llegado y los abrazos que la señorita Ángeles te daba. Esas ecuaciones de Ardura te amargaban la tarde e Isabel con su lógica, la noche. Imposible olvidar la tirada de mofletes que sólo sor Margarita sabía hacer con tanto estilo e ir a buscar a Juanjo para que te cogiese el balón SuperTele embarcado en el puente. Recuerdo por los pasillos a María Jesús y su radiocasete blanco (siempre iba a la última), a Lucía repartiendo Castellano a lo Alarcos Style, a María Luisa cargada con bolso, portadiapositivas, proyector, radiocasete, gafas al cuello. Me vienen a la mente otros pilares de esta gran familia: sor Isabel y sus discursos de fin de curso, Armando y sus cuerdas vocales (tú serías el off que narrase la peli del cole, lo tengo claro), sor Carmen, esa hermana que un curso te daba Música y en otro te bombardeaba con la tabla periódica, Amor y sus amigas las diaclasas y muchísimos recuerdos más.

No me voy a enrollar más y despidiéndome ya digo gracias: gracias a todas las hermanas y profes del mejor cole del mundo por haberme aguantado, por haberme enseñado a compartir y a ser mejor persona cada día. Gracias de verdad por haberme castigado cuando lo merecía y haberme hecho ver que no debía pinchar con punzón a mis compañeros. Gracias a la Congregación por los valores que me habéis otorgado porque el mero hecho de ser alumno tuyo ya me hace ser especial. Gracias al cole por haberme dado los mejores amigos del mundo, por haberme dado la oportunidad de viajar y conocer gente con el JADEM y por hacernos, con la ayuda del padre Usera, sabios y santos.

Felicidades de todo corazón por esos 150 añazos que seguro llegarán a ser muchos más.

Con todo cariño y admiración, vuestro alumno Borja Hevia.

P.D. Por si no lo sabíais, el mejor cole del mundo es el Amor de Dios.

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