A propósito de Cascos
En las últimas fechas diversos medios de comunicación regional y nacional se han hecho eco de un rumor político que, de confirmarse, será la noticia política de la legislatura. Francisco Álvarez-Cascos vuelve a la política activa, al contacto sistemático con la realidad social y política de nuestro país; de nuestra comunidad autónoma. Mas allá de especular con que si la noticia es verosímil o no, o si el desencadenante de la decisión es una u otra actuación política del Gobierno central o regional, me voy a detener en valorar la incidencia que tal decisión,de hacerse real, produciría en la derecha sociológica asturiana y nacional, en el micromundo político y en el conjunto de la sociedad civil.
Poco conozco de los perfiles humanos de tan ilustre personalidad, pero sí tengo elementos de juicio vividos directamente en mi etapa de inspector jefe provincial de Educación y de director provincial de Educación. Eran los momentos finales de la primera legislatura del Gobierno de Aznar (1996-2000). Se producen las transferencias educativas para nuestra comunidad autónoma –ya gobernada por el señor Álvarez Areces–.Se discutía fundamentalmente sobre recursos educativos (profesores) e instalaciones escolares y su coste efectivo. En un momento determinado, el entonces vicepresidente del Gobierno se interesó por los pormenores de todo lo que se iba a transferir. Su coste y su incidencia en Asturias. Incluso sobre lo planificado por la Dirección Provincial, a mi cargo, en materia de nuevos centros escolares, para el ya inminente año 2000. Sólo comentaré que algunas instalaciones, como el nuevo Instituto Leopoldo Alas «Clarín», de Oviedo, y el Instituto de Moreda fueron fruto de la planificación de esos momentos y del interés del señor Álvarez-Cascos en que fuesen en la programación de aquel año. Doy fe de que su estilo directivo y político fue de gran honestidad intelectual, directo, diáfano, racional y eficaz, amén de cordial y cercano.
Desde esa sencilla vivencia profesional y quizás alguna leve personal, y desde la lejanía del tiempo transcurrido, así como de la serenidad intelectual que proporciona estar «out» de la vida profesional, saqué unas conclusiones. El señor Álvarez Cascos es un auténtico líder, capaz de algo muy difícil de obtener: conseguir que las gentes, los ciudadanos, estén en disposición de seguirle. Capaz de dirigir las actividades de los miembros de un grupo social y de influir en ellos para el logro de cualquier objetivo. Pero es que, en contra de algunas opiniones vertidas –en muchas ocasiones alegre y frívolamente–, es un líder participativo, es decir, practica la consulta en su liderazgo, escucha, pondera y estimula la contribución de sus subordinados y colaboradores, aunque no delegando su autoridad final en asuntos de importancia. Esto es lo esencial de su personalidad política y administrativa,desde mi humilde opinión y mis vivencias profesionales. Y, dicho esto, se me ocurren varias razones para valorar como óptimo el hecho que supondría su traslado desde la reserva activa al servicio efectivo de la ciudadanía asturiana. En directo y a pie de obra y de noticia. Donde es necesario.
Subtítulo: El ex vicepresidente del Gobierno es un auténtico líder, capaz de conseguir que los ciudadanos estén en disposición de seguirle
Destacado: En el PP asturiano ya no cabe como cabeza de lista un mero director de grupo con origen en la «promoción interna», capaz de realizar más o menos eficientemente las tareas de tabla previamente programadas
Destacado: Pero para la vuelta de Cascos, además de razones regionales, también hay motivos o incidencias de tipo nacional: el liderazgo del señor Rajoy necesita de Asturias
Pensaría en que hay razones políticas de ámbito regional. En efecto, tras el congreso regional del PP de hace unos meses, parece imprescindible e inexcusable que el partido proporcione a la sociedad, un nuevo candidato que represente a la derecha asturiana con vocación de triunfar en los próximos comicios autonómicos. El actual presidente, don Ovidio Sánchez, ya ha manifestado reiteradas veces su no disposición a presentarse a unas nuevas elecciones de ámbito regional, y yo me hago –seguro que otros conciudadanos también– una pregunta: ¿Quién es la persona capaz de liderar todo el PP –con más de 20.000 militantes– con opciones serias de liderar a toda la sociedad asturiana que es el fin, no lo olvidemos, de la acción política? ¿Quién es la persona capaz de aglutinar en un sentimiento seguidista, en la búsqueda de una victoria electoral y de Gobierno de la derecha asturiana? ¿Quién es la persona capaz de imprimir nuevas ilusiones a toda una sociedad inmersa en un proceso de brazos y espíritu caídos y resignados, inerte ante decisiones políticas foráneas que sólo impulsan nuestra precariedad social y económica?
Con todos los respetos y consideración a la actual estructura directiva del partido y a todos y cada uno de sus miembros, se me hace imposible hasta el beneficio de la duda. Las cosas son como son y no como querríamos que fuesen. Se está, quizás inconscientemente, jugando una partida de «tres en raya» político, que, como sabe todo el mundo, nunca se gana. Es ya el tiempo de nuevos marcos; nuevas ilusiones de la mano de un líder contrastado, que lo sea por los factores situacionales y por nuevas interacciones entre él y los miembros de la organización del partido y de la propia sociedad. Ya no cabe un mero director de grupo con origen en la «promoción interna», capaz de realizar más o menos eficientemente las tareas de tabla previamente programadas.
Pero pienso que también hay razones e incidencias de tipo nacional. El liderazgo del señor Rajoy necesita de Asturias y de que en ella se instale un nuevo Gobierno de derecha, que sustituya a una izquierda inmersa en vicios propios de la rutina, de la inoperancia y de la sumisión complaciente al poder central. El país necesita un cambio político que revierta la tendencia pesimista de nuestra sociedad, que redescubra el espíritu de la confianza política y económica, con un nuevo impulso político en el plano económico y social. Es preciso liderar un país con nuevos criterios que reúnan las energías dispersas en afanes disgregadores. Es necesario reforzar el espíritu de unidad en todo el colectivo social, más allá de nuestra diversidad singular. Recuperar la confianza en nosotros y en nuestra vitalidad. Impulsar una atmósfera de concordia y una nueva esperanza en nuevos objetivos y metas nacionales, en términos de prosperidad y convivencia.
En toda la evolución de las sociedades, siempre puede haber un momento en el que surjan individuos que, muy a su pesar, se convierten en líderes no sólo por sus atributos de personalidad, sino por la multiplicidad de factores situacionales que los interrelacionan con el grupo. Es la famosa teoría de la contingencia del liderazgo de F. Friedler (Universidad de Illinois) que permite explicar racionalmente, cómo los ciudadanos tendemos a seguir a aquellos en quienes percibimos –acertada o desacertadamente– el ofrecimiento de medios para el cumplimiento de sus deseos de bienestar personal o social. Así el líder identifica esos deseos y hace lo necesario para satisfacerlos.
En eso estamos aquí; en nuestro micromundo asturiano. Ojalá podamos ver plasmado y concretado ese paso del que sólo hemos visto apenas un leve destello. Ojalá voces más influyentes que la del que suscribe, muevan la proverbial capacidad de servicio de nuestro conciudadano. Pero con un cierto determinismo pesimista, quizás no nos toque esa breva y entonces nos tocará ver a todos, cómo la derecha política se entretiene en un juego perpetuo, al tres en raya, sin mayores compromisos con la sociedad a la que debe servir y la desesperación de la derecha sociológica, impasible espectadora, obligada a soñar ante objetivos y procesos de «larga duración» braudeliana.
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