Humillante derrota
Hay partidos y partidos. El Real Oviedo, y señalo fijamente, tiene que saber que hay partidos en los cuales se juega más que tres puntos. Este domingo ha sido el partido del año. Es el partido de mayor vergüenza deportiva y personal que haya jugado ese real oviedo (con minúsculas y cuanto más pequeñas mejor). Es lo que se dice el derbi regional. El oviedo no lo quiere reconocer como derbi, porque se quiere seguir comparando con el Sporting grande. Y a estas alturas, el oviedo con el que se tiene que comparar es con el Manuel Rubio o el Calzada de Gijón, que juegan ambos equipos en Primera regional.
Un equipo que juega con el Sporting Promesas, que se juega en un partido la clasificación para jugar las eliminatorias de ascenso a 2.ª División (el cuarto puesto, que más bajo ya no puede caer), tiene que salir a morder (es un decir) y ganar por lo menos por uno a cero.
Ha hecho más que el ridículo; ha puesto las cosas deportivas como están. Es un auténtico desastre. El domingo no deberían vestir la camiseta azul con su escudo. Buscar la más raída camiseta comercial, lo máximo que obligue la competición, a ser posible sin lavar y rotas y que salgan a dar el zambullu (no son futbolistas) en el campo del Hermanos Antuña a hacer el indio. Porque ya peor no lo pueden hacer tras la humillante derrota del domingo ante su afición, que casi 16.000 aficionados estaban esperando una victoria.
Y por supuesto que estén solos en las gradas. Ya lo estuvieron bastante el domingo.
Ni uno para la próxima temporada. Y si se pudiese mandar el equipo juvenil y no vistiesen más lo que se dice la histórica camisa del Real Oviedo mucho mejor.
Lo del domingo ha sido la ruptura total con el pasado histórico. Ni un partido más.
Con dolor.
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