Canonizaciones en la era post cristiana
El primado emérito de Cantorbery, monseñor Williams, se refería días atrás a un hecho ineluctable que el Reino Unido ha dejado de ser un país cristiano y que el país desemboca en una era post cristiana. El aviso del eminente prelado anglicano creo que vale para Asturias y en general para toda España. Hablando el otro día con un párroco de estos pueblos también me certificaba esta crisis de los viejos valores cristianos, raíces de nuestra sociedad (congregaciones reducidas, alejamiento de la juventud pues la mayoría de los feligreses son entrados en la madurez o en la edad provecta). La cosa preocupa y contrasta con las canonizaciones aceleradas de los últimos Papas de la modernidad: San Juan XXIII y San Juan Pablo II en medio de una batahola de gran publicidad y triunfalismo. Sin ánimo de hacer el oficio de abogado del diablo y con todos los respetos para la jerarquía, las turbocanonizaciones rompen las pautas de lo que ha sido la tradición en la Iglesia de Roma que sube a los altares a aquellos que practicaron las virtudes teologales de forma heroica al cabo de un largo y minucioso escrutinio de las virtudes señaladas. Al mismo tiempo y a sabiendas de que la tarea de los Pontífices toca los difíciles aleros de la política, la norma de los procesos de canonización era no inscribir a los Papas en el registro de los santos. ¿Padecerá el catolicismo de macrocefalia, esto es, una cabeza muy grande y un cuerpo muy chico? Me atrevo a formular esta reserva con todos los respetos a los creyentes y a lo mejor situándome en el banco de la herejía pero San Agustín decía que conviene que haya herejes y voces discrepantes. SRI está cada vez más centralizada. Lo cual no ocurría hasta el siglo IX cuando Carlomagno fue coronado en Aquisgrán emperador. Desde entonces trono y altar fueron a la par. El Pontificado no es una institución apostólica. El Episcopado sí. Antes del siglo nono la Iglesia de Oviedo era autocefala, conservaba un nivel de autonomía y sus propios ritos. El Vaticano II acabó con todo eso, permítaseme decir apuntando a las iglesias vacías y al alejamiento de los mozos que no pisan un templo. Bien están los santos en los retablos y que desde allí recen por nosotros Roncalli y Wojtyla.
Antonio Parra, El Rellayo (Cudillero)
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