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Fallecimiento de don Alejo Barreiro, luto en la Cofradía de Jesús Nazareno y la Semana Santa de Oviedo

4 de Mayo del 2014 - Enrique Álvarez Areces (madrid)

Hace un año y medio, los hermanos de la Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Oviedo recibimos la triste noticia del fallecimiento del hermano Aladino, un verdadero referente en la vida de la cofradía, a la que dedicó horas y horas, compaginando todo ese tiempo con su trabajo en el antiguo comercio de la calle Mon, en lo que fue la antigua colchonería de Ángel Ronderos, espacio fundamental en la vida social de la cofradía.

Este día 2 de mayo, de nuevo la Cofradía de Jesús Nazareno se llena de luto y tristez: nos ha dejado el hermano Alejo Barreiro Alonso, a quien es justo reconocerle la inmensa labor que ha hecho por la recuperación de su querida cofradía y también de la Semana Santa de Oviedo.

Los que le hemos conocido y compartido muchos años junto a él sabemos que era un trabajador incansable, cientos de proyectos, ideas y actividades estaban planificadas en su pensamiento, y puedo decir que en los doce años que estuve junto a él, primero en la junta de gobierno presidida por don Felipe Díaz Miranda y más tarde por él como hermano mayor, todas y cada una de sus ideas y sus proyectos se fueron transformando en realidad. Muchas de esas realidades que hoy tenemos en la cofradía se las debemos a su esfuerzo y trabajo.

A su cofradía le dedicó toda su vida, en sus primeros años, como un niño apasionado por su congregación, así se llamaba entonces, en la que participaba siempre, como lo hizo su hija Beatriz desde bien pequeña. Ya adulto, Alejo desempeñó cargos de responsabilidad, primero como diputado mayor de gobierno en las juntas de don Ángel Álvarez, Ronderos y don Felipe Díaz Miranda, y desde el año 2006 como hermano mayor, por un período de ocho años. Siempre me pregunté cómo debió soportar esa casi treintena de años sin procesiones en su ciudad, esa larga espera por ver al Nazareno salir del atrio de Santo Domingo.

Entre mis recuerdos está aquel día en el que lo conocí, cómo no, en la colchonería de Ronderos, más tarde colchonería Aladino. Era el mes de febrero de 1995, allí estaba midiéndome la túnica para salir en la primera procesión del Nazareno, después de ese largo letargo sin procesiones en la ciudad. Yo, que era muy joven, me sorprendí con su vitalidad y dinamismo, y con el tiempo he de afirmar que su fuerte y voluntarioso carácter dinamizó aquellos primeros tiempos en los quedaba todo un largo camino por recorrer. Con esa fuerte voluntad, la cofradía salió adelante.

Me vienen a la memoria múltiples recuerdos y vivencias, entre ellos las larguísimas conversaciones que teníamos dentro y fuera de la colchonería sobre la Semana Santa de Oviedo y su futuro. Digo dentro y fuera, porque era un constante salir a la calle y volver a entrar, para de nuevo volver a salir cuando el local se llenaba de clientes, así tarde tras tarde, pasaba el tiempo de un largo año, hasta de nuevo ver a Nuestro Padre Jesús Nazareno salir de Santo Domingo para llenar con su presencia las calles de la ciudad y los corazones de los ovetenses.

En las largas reuniones de la junta de gobierno de aquellos primeros años, recuerdo las anotaciones de Alejo, un montón de papeles doblados por su uso, en los que tenía anotadas todas y cada una de las ideas y acciones que debían hacerse. Una a una, de forma meticulosa, las tachaba cuando se habían conseguido. Esas ideas escritas en papel se han transformado en la cofradía que hoy conocemos y todos los hermanos disfrutamos.

Anécdotas, momentos buenos y malos, discusiones, porque también las hubo, desencuentros, pero siempre con una misma idea común: el amor a nuestra querida Cofradía de Jesús Nazareno.

Para terminar este recuerdo escrito, una frase que siempre repetía, a mi pregunta constante: ¿crees que la cofradía ya está consolidada?, le preguntaba. Su respuesta siempre era la misma: no, la cofradía estará consolidada y su futuro asegurado cuando pase más tiempo, cuando los niños que forman parte ahora de ella tengan sus hijos y ellos guarden de la cofradía un recuerdo de infancia; consolidar una cofradía no es tarea de veinte años.

Esa tarea queda ahora para los que hoy recogemos su testigo y su ejemplo de trabajo constante y voluntarioso. Mi afecto a su mujer, Zulema, su hija Beatriz y su hermano y familia. Y nuestra gratitud por esta inmensa labor hecha realidad en estos veinte años.

Se nos han ido Ronderos, Aladino y ahora Alejo, y muchos otros hermanos anónimos; son personas que quedarán en el recuerdo colectivo de nuestra querida cofradía y que han hecho de su vida una constante entrega a ella y a la imagen de Jesús cargando con la Cruz.

Enrique Álvarez Areces

Madrid

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