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Cuento de Semana Santa

4 de Mayo del 2014 - Pedro Oscar Buelga (Oviedo)

Por empinado y tortuoso sendero de una altísima montaña subía Jesús con una enorme maleta de madera al hombro.

Cuando se sentía fatigado, dejaba la maleta a orilla del camino y se sentaba sobre ella para descansar.

Desde allí, miraba al fondo del valle del que había partido y en algunos momentos se le llenaban los ojos de lágrimas.

¿Qué vería? o ¿qué recuerdos acudirían a su mente? Después de un pequeño descanso, tomaba nuevamente la maleta, la ponía sobre su hombro y seguía caminando por la abrupta vereda.

Más arriba, en un recodo a la izquierda del camino, había un lavadero en el que varias mujeres canturreaban mientras lavaban.

Éstas, cuando vieron pasar a Jesús fatigado y sudoroso, lo invitaron a sentarse.

Una de ellas le llevó una jarra con agua, otra con una toalla húmeda le limpió y refrescó su rostro.

Jesús, después de darles las gracias, cogió su maleta y siguió su camino.

No habría caminado más de media hora cuando, al atravesar una zona boscosa, sentado sobre un tronco de un corpulento árbol se encontró con su amigo Simón el de Cirene.

Simón era hijo de un comerciante de Cirene que con su barca venía costeando el Mediterráneo hasta llegar a Israel y este siempre lo acompañaba.

El padre de Simón alguna vez llamaba a José para que le hiciera alguna reparación en la barca.

Simón y Jesús eran unos jóvenes que se hicieron muy amigos y jugaron y pescaron juntos muchas veces.

Ahora, Simón hacía mucho tiempo que no veía a Jesús, pero tenía noticias de que tenía problemas con los escribas y fariseos y aun con los romanos.

«¿Adónde vas con ese maletón de madera?», preguntó Simón.

«Voy a la cima de la montaña, a ver a mi padre, que me está esperando».

«Como veo que esa maleta de madera la que habrás hecho en la carpintería de José y parece que estás algo cansado, te voy a ayudar».

Al coger la maleta Simón, vio que pesaba mucho. «Jesús ¿qué llevas dentro? ¿llevas plomo?» «No, llevo los pecados de los hombres para que mi Padre los incinere y así los perdone».

«Me parece muy bien; pero tú, que haces milagros, ¿por qué no pones una escalera mecánica hasta la cima de la montaña y así no llevamos tanto peso?»

«¡Ay, Simón! ¡Te puedo decir que no me quedan nada más que dos milagros».

«¿No ves allá, en el valle, a muchos pastores? Pues uno es para ellos, así tendrán fortaleza para cuidar el rebaño; y el otro es para el rebaño, para que tenga la inteligencia suficiente y no venda la piel al lobo».

«Querido amigo Jesús, eres tan bueno que creo que te pasas. No harás la escalera, seguiremos con la maleta hasta donde está tu Padre. Él te abrazará contra su pecho con todo el cariño de recibir a un hijo que sufrió por traer los pecados de los hombres que lo maltrataron y lo dejaron solo, luego incinerará y perdonará; pero si tú ahora miras hacia el valle, verás crecer el mundo sobre la maldad; y si siembras paz, nacen guerra, miseria, corrupción y más maldad. Si vuelves, ven preparado con muchos milagros».

Pedro Óscar Buelga,

Oviedo

Pedro Oscar Buelga

Oviedo

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