La Cámara Santa

4 de Mayo del 2014 - José Manuel Gómez Tuñón (Oviedo)

La restauración de la Cámara Santa de la Catedral recibió encendidos elogios en la presentación. Nuestro presidente, arropado por representantes políticos y religiosos, dijo en este acto: «La historia de Asturias está aquí, es el lugar de nuestras raíces» (LA NUEVA ESPAÑA, 17 de abril). Brillante afirmación, pero raquítica, porque la Reconquista no finalizó en la Cordillera. Asturias ya dominaba la cuarta parte, al menos, de la península Ibérica, cuando trasladó la corte a León por razones técnicas. El espíritu de Covadonga continuó hasta Granada. Pero hay más, la guinda que coronó la Reconquista, el descubrimiento de América, tenía toque de Oviedo. Alonso de Quintanilla nació en Paderni y lo bautizaron en su parroquia de San Esteban de las Cruces. Militar y hacendista, era amigo de Cristóbal Colón y fiel asesor de los Reyes Católicos, especialmente de Isabel, a la que aconsejó empeñar sus joyas para implicarse en la empresa del navegante. Su humildad le impidió beneficiarse del descubrimiento y a Oviedo, de figurar en la aureola de los impulsores. Luego, consecuente con lo anterior, bajo la bóveda de la Cámara Santa y custodiada por el Apostolado, no sólo se guarda nuestra historia, sino también la de España unificada por los Reyes Católicos y, apurando la memoria, la de los pueblos de América.

Añadido aparte, me atrevo a decir que, aprovechando lugar y concurrencia, faltaron reflejos en el hermoso acto para aludir al trabajo, porque, siendo bien escaso y anhelado por nuestras autoridades, si damos crédito a fatigas y sudores que exhalan en sus discursos, se aplaudiría el anuncio de activar este tesoro, unido al diseminado por Asturias. En el símbolo baúl que lo guarda y sobre el que se sientan con la misma indiferencia que dejan enmarañarse en la jungla burocrática posibilidades de trabajo, de lo que doy fe, existe un yacimiento inagotable, provisto por Dios para su gloria y nuestro provecho.

Organícese la tarea y salgamos al encuentro masivo de peregrinos y demás viajeros antes de que nos condenen por egoístas e inútiles. Por el Oriente lo exigen Covadonga, Don Pelayo y la Reconquista; por el centro, Oviedo, la Monarquía, la Catedral y la Cámara Santa, repleta de reliquias, y hacia el Oeste, como final de este índice, el camino que llevó a Alfonso II hasta el paraje de Compostela, tributario de su corte, para dar gracias a Dios ante aquella realidad. A lo mejor, en aquel acto también se acordaba de Carlomagno. La genial orografía de Asturias hace liviana la genial veta.

La empresa que bosquejo tiene enjundia. Una voz, concienciada y convincente, aglutinaría a derecha e izquierda, religiosos y laicos, y brújula en mano caminaríamos todos en una sola dirección: Asturias. Aquellos grandes empresarios foráneos que desde finales del siglo XIX descubrieron la riqueza de nuestra región fundaron empresas perecederas y deslocalizables. Ésta es estable e inextinguible. Fijémonos precisamente en Compostela. Galicia trabajó sin descanso alrededor de una idea, de una creencia, sin preocuparse de si el dinero olía a incienso o a azufre. El resultado de la explotación de este filón, ligado al Rey Casto, se manifiesta en la multitud de visitantes que hacen de Compostela manantial fertilizante de Galicia y columna de granito que la sostiene.

Pidamos, si no hay otra solución, a nuestros gobernantes se conciencien y convoquen a nivel mundial un concurso de proyectos. Se lograría, al menos, arrinconar abulia y despertar sentido de posesión y ufanía del inmenso legado recibido. No se trata de poner lo religioso en almoneda, sino de servirse de ello con respeto para beneficio de los propietarios, de la sociedad y de la masa de viajeros que se asombrarán. Y más, con la contemplación de esta generosa y atrayente Asturias.

No se recogerá el guante, supongo, pero al menos que continúen las reuniones institucionales. Son positivas. Gracias.

José M. Gómez Tuñón

Oviedo

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