El fortín de Pumarín
Durante estos dos últimos años se ha creado una nueva gran familia en Oviedo. Reunidos todos en torno a los buenos momentos que tarde sí y tarde también suceden alrededor de un modesto equipo, en un modesto polideportivo de una nada modesta ciudad.
Hay ocasiones en las que el balón flota en el aire de Pumarín, es poco más de un segundo, seguido de cientos de ilusiones que lo escoltan en su vuelo. En esos momentos dejo mi mirada fija en el público, en mis acompañantes, a los que no conozco de casi nada, y disfruto muchísimo más el momento viendo la explosión de alegría colectiva de niños, jóvenes y mayores cuando el balón llega al único destino posible.
La afición de Pumarín, ¡yo soy OCB!, es capaz de transformar el esfuerzo de un equipo, el trabajo diario de una mezcla de jóvenes promesas y consagrados jugadores, al mando de un impresionante equipo técnico, en una suerte de magia y belleza. Es capaz de mantener a los jugadores en una situación de trance deportivo que muy pocas veces en su vida podrán experimentar.
A través de los decibelios, los ánimos, los cánticos y los brazos en alto se llega casi siempre, con el equipo contrario como actor invitado y necesario, a un final feliz. Un final que nunca acaba, como sí ocurre con el resto de los equipos, con el último pitido. Jugadores y afición se unen en la cancha como un equipo durante unos minutos en los que poco a poco se dejarán serenar cuerpo y alma, donde la afición se mezclará con unos jugadores que, lejos de sentirse ídolos, se sienten ante todo personas queridas y apreciadas.
El mayor mérito de todo este fenómeno lo tienen, y quiero agradecérselo desde aquí, todas y cada una de las personas que forman el Oviedo Baloncesto, desde la cantera, hasta el "staff" y el cuerpo directivo: Fernando, Héctor, Ferdi, Cristina. Se merecen más que nadie nuestras felicitaciones. Aunque sólo sea por aguantar el tipo con profesionalidad cuando el resto nos dejamos desbordar por las emociones.
Bienvenidos al fortín de Pumarín. Bienvenidos al baloncesto. Sigamos disfrutando y entre todos (patrocinadores también, ¿no ven lo que se están perdiendo?) hagamos que el sueño siga creciendo.
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