Cataluña

6 de Mayo del 2014 - Mercedes Rodríguez de Castro Peláez (Los Campos (Corvera))

Para los que, como yo, creen que la historia se escribe todos los días, la idea de la separación de Cataluña del resto del país no supone en absoluto una idea que rasgue las vestiduras. Hasta 1492 fuimos reinos independientes y sólo a partir de esa fecha nos constituimos en un país, pero tendrían que pasar muchos años más para que entre todos calara el pensamiento de Estado unido y la historia nos dice que no fue fácil, ni estuvo exento de problemas. En este momento algunos políticos quieren saltar por encima de la ley y hacer que ésta se pliegue a sus deseos, pero eso no es posible, por lo menos hasta que se reforme la Constitución y se articule en ella otra forma de Estado.

Llegados a este punto, sería bueno analizar las razones por las que ahora les ha entrado la prisa para esa separación, hay que decir que el fantasma nacionalista catalán está ahora en plena efervescencia por razones mucho menos confesables para los propios nacionalistas de lo que quieren reconocer. CiU lleva gobernando la comunidad casi todo el período político desde el inicio de la democracia; es cierto que el PSC también la gobernó, pero durante sus períodos la fiebre nacionalista tenía más baja la temperatura. Claro que haberle concedido a la comunidad vasca el concierto fiscal no ayudó, y los catalanes lo interpretaron como un menosprecio que no estaban dispuestos a tolerar, puesto que ellos se consideran tanto o más que los vascos, y en esta pelea de a ver quién la tiene más grande de momento pierden los catalanes; recuerden la frase de Jordi Pujol en aquel momento, que más o menos decía "¿cuántos muertos habrá que poner sobre la mesa para conseguir lo mismo?". Cierto que después pidió disculpas, pero lo dicho dejaba entrever el grado de impotencia y de agravio que tal decisión les había causado. La banda terrorista ETA estaba haciendo estragos en el país y ellos consideraron que la cesión fiscal era una forma de pago para acallar las armas. No fue exactamente así, pues no cabe duda de que no ayudó a callar las armas, pero sí a silenciar el tono independentista de los nacionalistas vascos.

El independentismo catalán quiere llevar hasta sus últimas consecuencias su guerra con el Estado, embarcando en esta decisión a toda la comunidad, sea ésta independentista o no. No es cierto que quieran dirimirlo con unas elecciones, lo que quieren es imponer sus tesis políticas por la fuerza a todo el conjunto de la sociedad catalana y no catalana.

Lo que no ha dicho CiU a sus ciudadanos es que esta deriva independentista en este momento la toman para no tener que explicar por qué tienen una comunidad empobrecida por sus políticas liberales, constriñendo su economía de tal modo que su sanidad, su educación y su nivel de vida están bajo mínimos históricos, y ya no cuela culpar de todos sus males al Gobierno central (cualquiera que sea su signo político), el agitar el pendón independentista no les va a servir para tapar su corrupción, que no es poca, caso Banca Catalana, caso de las ITV, caso Palau, etcétera, ya que, como bien se sabe en política, se puede engañar a pocos mucho tiempo y a muchos poco tiempo, pero nunca a muchos mucho tiempo.

CiU debería recordar que la tentación de unas elecciones ya estuvo sobre la mesa con el llamado "plan Ibarretxe", que tampoco el PNV pudo llevarlo a término, porque tanto para unos como para otros la solución no está en lo que ellos quieran, sino en el acatamiento de la Constitución, la cual impide ese plebiscito, y que, por cierto, ellos juraron acatar y votaron en su momento. La ley es la ley; si no gusta, se cambia, pero mientras está, se cumple, sólo así podemos garantizar que los deseos y ambiciones de algunos no transgreden los deseos y las ambiciones de todos.

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