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Cómo ser médico y no morir en el intento

13 de Mayo del 2014 - Raquel Fernández Puente (Oviedo)

Éste podría ser el título de un melodrama, como lo fue en su momento la película española más taquillera de 1991, dirigida por Ana Belén e interpretada por Carmen Maura. Ella era una mujer trabajadora que intentaba compaginar su profesión con las tareas del hogar, con sus hijos, sus amistades y su relación amorosa.

¡Qué difícil conseguir todo esto en la actualidad! Yo hablo de mi profesión, la medicina, y, para mayor desgracia, ser médico sustituto eventual. Sí, es un milagro sobrevivir en estas condiciones a una profesión tan devaluada, tan maltratada, tan carente de refuerzos positivos y tan castigada por la Administración. Esto trae como consecuencia que los profesionales perdamos los estímulos y la motivación para sentirnos orgullosos de esta sanidad pública que nació de todos y para todos y que cada día está más deteriorada, como luz que agoniza bajo la despiadada e indiferente mirada de nuestros políticos.

Ser médico sustituto y no morir en el intento supone un esfuerzo constante, diario, para unos compañeros que trabajamos en condiciones precarias, con sobrecarga laboral, inestabilidad, temporalidad y desamparo. Que, aun trabajando en esa precariedad y asumiendo en muchas ocasiones un exceso de responsabilidad, lo damos todo porque amamos nuestra profesión, una profesión que nos da pocas alegrías y muchos disgustos, pero para la que vivimos y de la que aún esperamos obtener una satisfacción personal y nuestra realización como profesionales.

No se puede decir que trabajar mañana, tarde y noche, con pocos descansos, kilómetros de carretera, cambios de horarios y consultas, sea lo más adecuado para conciliar vida familiar y laboral, ni que pueda compensarse con un salario cada vez más desinflado, pero lo llevamos haciendo muchos años. Y todo esto en el mejor de los casos, porque muchos compañeros en paro esperan una oferta laboral que se hace de rogar y que cuando llega lo hace en estas mismas condiciones de precariedad. Éste es el panorama, y cada vez peor, porque cuando parece que ya estás tocando el fondo de la penuria laboral vienen más recortes, más ajustes, con los que todos salimos perjudicados. Aunque realmente no todos lo vamos a sufrir por igual. Algunos de los que lleguen a leer esta reflexión sentirán, como potenciales pacientes, una tremenda y justificada preocupación; otros, como profesionales, sentiremos una indescriptible melancolía al recordar nuestra ilusión de jóvenes estudiantes y una tremenda frustración por no poder ejercer nuestra profesión con la dignidad y el respeto que se merece. Respeto que te niegan aquellos que, tras un antifaz carnavalesco, esconden la dureza de un rostro que no expresa el más mínimo pudor por sus actuaciones, cual partida de ajedrez en la que jugadores mediocres mueven las fichas a su antojo con una gran falta de conocimiento en muchas ocasiones y en otras con voraces intereses económicos.

No hay dinero para personal sanitario. Estamos cansados de escuchar ese disco rayado. Quieren que nos lo creamos y nos lo ponen en bandeja cuando en épocas de vacaciones se crean unas agendas-bombas explosivas llamadas médico de apoyo, en las que todo tiene cabida. Es la agenda comodín, para un único sustituto, donde citan a los pacientes de la práctica totalidad de los médicos ausentes durante dos o tres meses de verano. Agendas sobresaturadas con las que nadie se beneficia, ni los pacientes ni los profesionales. Y así trabajas, con la rabia contenida y el dolor de corazón al sentirte explotado y comprobar que con lo que a ti te sobra podría estar trabajando otro compañero. Nadie piensa en la calidad de la asistencia para una población que se pone enferma en el mejor sitio, pero en el peor momento.

Somos los sustitutos médicos titulados, doctorados, algunos con varias especialidades, que llevamos años dándolo todo por la medicina, en condiciones de precariedad, aceptándolo todo, sin conciliar vida familiar ni laboral, trabajando por amor a una profesión que nos vuelve la espalda y nos condena a un futuro desolador. Y todo porque desde nuestro querido estatuto marco y desde los pactos de contrataciones se hacen y deshacen las normas al antojo de quienes nos llevan manipulando durante años, dictando reglamentos que favorecen promociones horizontales, comisiones de servicios, todas ellas en la actualidad sin ningún tipo de regulación que dé opción al justo proceder, en espera del beneficio de unos u otros, pero nunca en el nuestro, vulnerando así toda posibilidad de mejora laboral. La cobertura de vacantes de manera tan antojadiza nos hace sospechar que se espera por alguien con un determinado perfil. Y para ensombrecer más este paisaje nuestro consejero, el doctor Faustino Blanco, nos hace llegar una propuesta a medio plazo para la cobertura de vacantes que es facilitar el retorno de profesionales desplazados fuera de Asturias o de su área sanitaria a través de comisiones de servicios. Es la propuesta que este consejero quiere negociar con los sindicatos. Miedo nos dan estas negociaciones, que siempre perjudican a los eventuales y dejan entrever los amiguismos.

Ésta no es más que otra equivocada decisión política que mantendría a los sustitutos en la trinchera, disponibles para sacar las castañas del fuego al menor coste posible. Y al final nuestro esfuerzo, ni agradecido, ni estimado.

De toda la vida se han producido traslados de profesionales previos a unas oposiciones. ¡Pues convóquense oposiciones!, pero, por favor, estúdiense bien las bases del concurso-oposición, aplíquenlas correctamente y permitan que los profesionales se preparen y muestren sus capacidades con transparencia y equidad. Que no sean necesarias las impugnaciones. El prestigio y la valía de los trabajadores sanitarios pueden y deben medirse en una oposición en igualdad de condiciones para todos.

Hemos llegado a una situación que afecta a nuestra dignidad personal y profesional. Los médicos eventuales no somos pañuelos de papel usado en la papelera, no somos juguetes rotos en el fondo del armario, no somos el punching ball de esta sanidad deteriorada a posta. No se nos puede ignorar como profesionales ni como personas, no se nos puede ningunear en las mesas de negociación, porque nuestros derechos también deben ser respetados, Muchos de nosotros estamos en el ecuador de nuestra vida con pocas posibilidades de cambio, pero los compañeros más jóvenes se verán obligados a buscar en otro lugar un futuro más esperanzador. El tren de la atención primaria, núcleo del sistema de salud de un país, y la sanidad pública en general están perdiendo el horizonte. Sus buenos profesionales sufren continuas agresiones por la mala gestión y la falta de sentido común de sus gestores, preocupados sólo de la eficiencia en sus actuaciones. Por eso es la hora de hacerse notar, de levantar la voz, de ser escuchados, de contarlo y compartirlo, de escribirlo y desear que alguien se haga eco de nuestra situación. A las jefaturas, a la Administración, a todo aquel al que han dotado del mínimo poder para manejar los hilos de nuestro destino laboral, de nuestra vida, sólo pedimos respeto a nuestra profesión, a nuestra dedicación y a nuestro trabajo. Nos lo merecemos. Lucharemos por ello y llegaremos hasta donde haga falta. Se pueden cometer errores, priorizar medidas austeras y agresivas en pro de la recuperación, pero no se puede ignorar que se está tratando con personas, no con máquinas que trabajan a pleno rendimiento, y que esas personas tienen, además de capacidades y conocimientos, sentimientos y emociones amparados por unos derechos fundamentales y constitucionales que no podemos permitir que se salten a la torera.

La inercia y el estancamiento que sufren muchos de nuestros compañeros de la clase médica desde sus puestos de titularidad no ayudan a mejorar esta situación, por el contrario, la agravan y cronifican de tal manera que la desidia, la pasividad y el conformismo infectan con extrema virulencia el hasta no hace muchos años saludable cuerpo de la atención primaria. Busquemos entre todos la forma de sacarla de la uvi y de recuperarla para nuestros pacientes y para nosotros, que como médicos le hemos dado sentido y forma con nuestro buen hacer.

Doctora Raquel Fernández Puente, médica eventual del área sanitaria IV, Oviedo

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