Javier Prada en el recuerdo
La muerte traicionera no repara en nada, ataca por la espalda sin avisar y rompe en segundos corazones intrépidos, ambientes fecundos y realidades prácticas. Y con esta sensación me he quedado al conocer esa triste y torcida noticia. El fallecimiento súbito de un hombre joven, animado, amigo, entregado a causas loables, entusiasta y con la fuerza intensa de los que buscan hacer el bien a cambio de trabajar con gusto y pasión por la movilidad cultural de toda una comunidad. Javier Prada Fernández nos dejó una noche primaveral de esas que a él le encantaban, cuando tras una jornada por los montes de Redes–en otro tiempo–, entre amistades y próximos se refugiaba en el parlamento afectivo y enganchado a unas botellas de sidra con la sinceridad por montera y el placer a flor de piel, analizaba lo que había representado un día envuelto en vegetación, desfiladeros, caminos imposibles y amor por la naturaleza.
Antetítulo: Obituario
Subtítulo: Grado pierde a su gran referente cultural
Destacado: Su estilo animoso, su retranca, su sagacidad y su manera de ser dejaban huella allá donde estuviera
Ayer, sin apenas despedirse, nos dejó a todos los que le tratamos con la impotencia de las cosas sin hacer, los proyectos iniciados, las actividades casi ultimadas y con esa acción brutal de la muerte más anodina y tormentosa. Todo sucedió en momentos, y en estas lamentables circunstancias la muerte es poderosa y no entiende de situaciones ni de personas ni de gustos ni de disgustos. Se presenta de incógnito y sin reparar en calidades, rompe y rasga todo lo que encuentra. Eso es la muerte, la vida en sí misma. Y Javier Prada en las mejores horas de su existencia por profesionalidad, por iniciativas, por convencimiento y por experiencia dejó su vida por el amor familiar y especialmente por la cultura de su tierra adoptiva, la villa de Grado. Desde la docencia en el Instituto de Enseñanza Secundaria local y apoyado en la Asociación Amigos de Grado, donde era su alma mater, supuso un recorrido pleno de actuaciones memorables en compañía de sus socios y afectos, siempre defendiendo la idiosincrasia de los moscones aquí y allá. Era todo un referente para sus paisanos–había nacido en El Puente, Langreo–, alto Nalón y Grado. Su estilo animoso, su retranca, su sagacidad y su manera de ser dejaban huella allá donde estuviera. Sus próximos moscones bien lo saben, así como sus alumnos queridos, pues en los actos públicos, las tertulias y la labor profesional la casta se dejaba querer y asomaba por cualquier lugar de su temperamento y carácter. ¡Dios nos libre de las alabanzas! Pero en este caso se fue un hombre bueno, trabajador, cargado de acciones cívicas y forjador de voluntades. En el colectivo Amigos de Grado marcó su presencia de persona dinámica y que sabía concitar sensibilidades. Ahí radicaron su éxito y su carisma ante la parroquia doméstica. Todas las palabras que debo hilvanar más adelante están de más, sólo quiero rendir un sincero y sencillo homenaje, a través de estas líneas, a una persona íntegra volcada con su pasión cultural y recreativa. Gente de este calibre es la que hace falta en esta Asturias dolida y preñada de disgustos. Acción directa, entendimiento, disfrutar con lo que se emprende y esos vivió su tiempo en este valle terrenal.
Hace un tiempo nos comunicamos para hablar de un encuentro entre La Pegarata de Pola de Laviana-alto Nalón y Amigos de Grado. El tema era muy atractivo. Reunir en la villa moscona a los representantes cívicos de las localidades ribereñas del río Nalón, desde Tarna hasta San Esteban de Bocamar. Un acercamiento plural a la ciudadanía naloniana entre esos 125 kilómetros fluviales. Todo un reto que ha quedado en el aire por una fatalidad incomprensible y cortante. Espero que este proyecto siga adelante como un tributo hacia un hombre bueno y activo que encontró en su doméstica sede adoptiva el valor de la verdad y el espacio cultural adecuado para poner a Grado en el mapamundi de la promoción y la difusión en toda regla. Sólo quiero mentarles a su familia y allegados que el recuerdo es lo que prevalece ante un óbito inesperado y que, asimismo, forma parte de la vida terrena. La remembranza siempre es lo que queda en los corazones sentidos. Y Javier Prada sigue entre nosotros por sus acciones populares y por su entusiasmo intenso y vital. Un abrazo solidario.
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