A Fernando Fuentes, in memóriam
Estas letras que te dedico hoy, al llegar a casa después de asistir a tu funeral, en un lugar precioso, Udrión, al pie de los montes que a ti te gustaban tanto, son emocionadas, pero no quiero que resulten tristes.
Y quiero recordarte siempre como te vi la última vez en el Tenis, elegante, simpático, ameno, socarrón. Y me alegro tanto de haberte dicho lo guapo que te encontraba porque sí, porque lo eras, por dentro y por fuera.
No te voy a contar a ti tu vida como empresario, ni tus aficiones, ni lo padrazo que eras, ni lo gran amigo. Pero te voy a contar el aire tan entrañable que se respiraba en la iglesia y fuera de ella, lo que te quería la gente, la huella que has dejado. Y eso sólo pasa si eres una gran persona, como lo eras tú.
A tus hijos, nietos, nada puedo decirles porque la pérdida hay que llevarla junto con el dolor, los buenos recuerdos, y esperar que el tiempo calme los latidos. Y a Lolita, tu compañera hasta que la muerte os ha separado, a la que has dejado sin su otro yo, a ella, un beso desde el fondo de mi corazón.
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