Los buhoneros
Desde el pasado jueves, al filo de la media noche como diría el pintoresco Carrascal, ya empiezan a darnos la serenata los buhoneros del país. Esta cercanía y esta candidez a las que nos tienen acostumbrados cada vez que nos toca meter la papeletita como salvoconducto para «sostenellos» y «enmendallos» en sus poltronas de oro, que serán ciegas, mudas y sordas una vez que suene el pitido final electoral.
Y digo lo de buhoneros porque nos vienen a vender crecepelos y jarabes contra la impotencia de los que una vez montados en sus asientos business a la vez que revisan su ingreso mensual de 6.000 euros se descojonan del producto vendido y sus compradores.
En las pasadas elecciones nos vendieron bajada de impuestos y, «¡zasss!», en todo el bolsillo. Nos vendieron la desaparición de empresas públicas, nido y guarida de pelotas, inútiles y amigos y... «¡catapum!», ahí seguimos con Vipasas, fundaciones, senados, diputaciones y demás incineradoras de dinero público. Juraron y perjuraron que los sesenta mil millones que les dieron a las cajas de ahorros no nos iban a costar un euro... «¡cataplassss!», pobrecitos consejeros. ¿Dónde van a cobrar 100.000 euros anuales los representantes de todos los partidos, sindicatos y patronal?
Y lo gracioso, por decir algo, es que se lo tienen montado como Dios, pues ni voto de castigo ni leches, con que sólo voten ellos y el 90% de la población decidiera no hacerlo el número de representantes es el mismo.
Por mi parte, que le vendan la moto estropeada a otro, piqué varias veces y a mis 41 años ya vi lo que tenía que ver. Era de los que creían en los Reyes Magos hasta que me tocaba entregar las actas después de un día entero con un bocadillo, un plátano y una Coca-Cola (cortesía del partido), y al llegar veía a quienes ahora son concejales y demás cargos trifásicos mamados como perros y pasándoselo como Dios.
Ésos son nuestros políticos, los huevones que eclosionan en el nido de PP, PSOE, IU, etcétera... que sólo pían para que les llenemos la boca con nuestro dinero y como los colibríes sólo agitan las alas para ir de flor en flor sin posarse en el suelo, ese suelo que desconocen y nos dicen cómo se arregla.
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