Gérmenes patógenos
Hay quien tiende a confundir y comparar los signos de lealtad y docilidad mostrados por unos animales como los perros con la actitud y voluntad de las mujeres. Las mascotas no tienen la opción de seleccionar dueño ni la capacidad para evaluar y decidir si desean distanciarse de un entorno y una situación insatisfactoria, indignante, amarga o lacerante, pero la mujer (al igual que el hombre) debe disfrutar del derecho a escoger quién la acompaña en el viaje por la vida y durante cuánto recorrido. Y es que si la educación no enseña a distinguir con nitidez las diferencias existentes entre la propiedad privada y las relaciones amorosas, entre ser propietario y ser miembro de una pareja y entre imposición y deseo, la confusión está servida. Qué triste y contraproducente resulta la utilización de los micrófonos, las cámaras, las columnas periodísticas, los púlpitos o las aulas para transmitir opiniones y comentarios cargados de gérmenes patógenos ancestrales que, lamentable e injustamente, continúan causando un daño social inconmensurable a nivel mundial.
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