La Nueva España » Cartas de los lectores » Osos, ¿qué les mueve a arriesgar la vida de sus hijos?

Osos, ¿qué les mueve a arriesgar la vida de sus hijos?

30 de Mayo del 2014 - José Viñas García (Oviedo)

En un artículo de este diario entrevistan a vecinos de los pueblos, según ellos ganaderos y en buena convivencia con los ositos, y eso cuesta digerirlo; ya que un animal de ese tamaño, con unas zarpas que de un guantazo te parten por la mitad y una dentadura que destroza hasta los huesos, el tenerlo cerca no debe de ser muy ameno y tranquilizante, salvo que sea alguien temerario a más no poder. Alguno dice que tiene a su disposición los cerezos, come y se va sin hacer nada, otro que lo encontró en el camino con su hija, se quedaron parados y en silencio y se fue como un corderito, otro que con su cayado lo asustó y que huyó como el diablo... así uno tras otro van describiendo lo grato que es convivir con semejante bichito.

Hasta ahora sólo veía interés en mantener esos animales salvajes en nuestros parajes a los animalistas y a quienes viven de ellos, pero me dejaron descuadrado esos mensajes de vecinos de los pueblos, algo me suena a manipulación; si no es así, pido disculpas, pero cuesta creer que quienes tienen ganado, huertos e hijos cerca de osos estén dando esa aparente despreocupación por tener como vecinos a unos enormes animales salvajes. Sólo espero que alguien me saque de dudas, y espero que todos ellos y quienes alientan y alimentan la proliferación de esa fauna peligrosa en nuestros montes no tengan que responsabilizarse por ello cuando algún gatito de esos, en vez de apartarse del camino, haga algo propio de su ser y no ocasione daños irreparables a niños o personas adultas.

Este medio natural de Asturias es ideal para un tipo de fauna como más menuda, incluso algún lobo puede estar, ya que desde su nacimiento temen a las personas, huyen de ellas; pero el oso, introducido recientemente, no está tutelado para temer a los humanos, lo cual deja muchas incertidumbres sobre qué ocurrirá cuando de repente te encuentres frente a frente en un camino con semejante animal. Los montes de Asturias distan muy pocos kilómetros de las villas y ciudades, no es paraje para esos bichos, no estamos en la gran sabana africana o en Yellowstone, donde las extensiones de terreno, presas y alimentos vegetales están en consonancia con el tamaño de los animales que allí residen. Aquí no, aquí no da para más que algún que otro pajarito, salvo que estemos dispuestos a vivir en constante preocupación y asumiendo daños en nuestras propiedades tanto en animales domésticos como árboles frutales y huertos.

Los defensores de estos animales suelen repetir que los mismos vivían antes que los vecinos de los pueblos en esos montes, pero no dicen que también en los parajes de su ciudad, allí donde todos estos animalistas viven tranquilamente con sus retoños defendiendo que perturben a otros. Si no hacen daño, si los aman tanto, ¡llévenlos a su casa! al jardín de su urbanización, que se bañen en la piscina con sus hijos, pero dejen a las familias de los pueblos vivir tranquilos, sin más daño ya del que les causan jabalíes, lobos y otros, para que ustedes ahora quieran meterles una manada de semejantes fieras. Lo que ocurre con los defensores de los animales es muy simpático: cualquier marisco sacado de su entorno colocado en una sidrería y cocinado vivo no importa, se lo comen sin ningún remordimiento. Pasa con las ratas de su ciudad, las envenenan porque los molestan a ellos... qué decir de las cucarachas o moscas; así pondríamos un millón de ejemplos donde animales con los mismos derechos de los que ellos defienden no tienen consideración por su parte, pero sí tenemos que aguantarles ser empedernidos defensores de osos y lobos. Esto es el colmo de los despropósitos. Sin olvidarnos de que los animales están para servirnos, salvo que cambiemos todos nuestros hábitos alimenticios y comamos sólo berzas y cerezas –si no se la comen antes esos ositos morosos– y entonces sobrevivamos sólo del aire. Cuando todos nuestros derechos se están liquidando, cuando pasan calamidades las personas, cuando se abandona a las personas mayores, no toca la defensa a ultranza de bichos salvajes. Antes pongan su empeño en sus semejantes; luego, cuando nadie tenga necesidades, nos ponemos a debatir si los ositos en nuestros montes estarían haciéndonos mejores personas. Un saludo.

Cartas

Número de cartas: 46112

Número de cartas en Octubre: 50

Tribunas

Número de tribunas: 2088

Número de tribunas en Octubre: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador