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Las leyes y la voluntad del pueblo

12 de Mayo del 2014 - José González González (Navia)

«Dime de qué presumes y te diré de qué careces» Entre la multitud de valores de los que permanentemente hacemos gala, creo que se llevan la palma: democracia, libertad y derechos humanos. Constantemente se nos habla de la democracia, que consiste –sintetizando– en el gobierno del y por el pueblo. Las leyes por las que se gobiernan los pueblos «no son la expresión de la voluntad de Dios sino la expresión de la voluntad del pueblo, a través de sus representantes...». Naturalmente, el autor de la frase se refería a las que emanan de las cámaras legislativas, donde la «voluntad del pueblo» se convierte en la votada por una mayoría que no es infrecuente, sea la formada por distintos partidos, cuyos programas pueden hasta ser antagónicos. ¡Cuántas veces las leyes no coinciden con la voluntad del pueblo! Estiman, algunos, que toda norma cumpliendo aquellos requisitos es válida y legítima. Adolfo Posada, en su tratado de Derecho Político (1931) afirma: «Para que el acto de poder, o la norma, o una decisión judicial, sean jurídicas, no bastan que se produzcan formalmente como si lo fueran; es indispensable respondan a la exigencias íntimas del criterio ético...». Y añade: «La crisis actual de valores ataca al fondo el Estado de Derecho, afecta a la noción de libertad, considerada en relación con el régimen político que la acoge y garantiza...» (¿qué diría Posada con la crisis de valores actual?) Hay quien considera que no puede existir institución o actividad humana que no se ajuste al concepto y parámetros que tienen sobre democracia. Ortega, en «El Espectador» escribe: «La democracia, como democracia, es decir, estricta y exclusivamente como norma de derecho político, parece cosa óptima. La democracia exasperada y fuera de sí, la democracia en religión o arte, la democracia en el pensamiento y el gesto, la democracia en el corazón y en la costumbre es el más poderoso morbo que puede padecer una sociedad». Actualmente, mediante juegos semánticos, se pretende presentar como democrático todo aquello a lo que se le una el término «pueblo» y similares, con lo que podemos convertir a Nerón en el demócrata ejemplar, en virtud del «panem et circenses» y el anagrama del lábaro: SPQR Senatus Populusque Romanus (el senado y el pueblo romano).

Ahora bien, en el Universo, del que formamos parte, no sólo existen aquellas leyes a las que antes me refería, y que podríamos denominar «de andar por casa»; hay otras muchas de mayor rango que, actuando en diferentes ámbitos (hasta llegar a niveles cósmicos) que exigen, lógicamente, un legislador (no hace falta aclarar que el hombre no ha tomado parte alguna en su creación), y que siendo, reales, ineludibles, nos afectan y tenemos que aceptar y respetar por necesarias. Gregorio Marañón, en sus «Ensayos liberales», dice: «Todo el tinglado de la civilización está levantado, para nuestra desgracia, sobre un olvido absoluto de la biología. Y el hombre ha creado sus leyes sin tener presentes sus propias conveniencias naturales, como el del sastre que teniendo al lado su modelo hiciese el traje sin molestarse en tomarle las medidas»... Prácticamente, a renglón seguido, y que adquiere plena actualidad, refiriéndose al problema sexual, afirma: «Si hablase desde un púlpito, diría que la virtud suprema del hombre, que está edificando su propia personalidad es la castidad. Como hablo desde la tribuna profana de un libro, como soy médico, me limitaré a proclamar que la juventud, si no casta, sea continente».... Por lo tanto, el uso temprano de esa función, es tan absurdo como exigir a las espigas el grano dorado en abril cuando los campos están verdes todavía»... «Claridad a tiempo, esto es: pronto. Ejercicio a tiempo: esto es: tarde»... «Pero digo, que para que un joven se conduzca dignamente en su juventud es preciso que no lleve los ojos vendados y que aprenda, lo más temprano posible, a tomar la vida en serio; y con seriedad máxima su vida amorosa y sexual». Hoy se procede de forma inversa: se promueve, primeramente, la realización del acto sexual «Disfruta y vete a por la pastilla del día siguiente», adornándolo, muchas veces, con títulos: educación, progreso, saludable ejercicio, etcétera. ¿Qué diría hoy Marañón, en estos tiempos del sida, cuando ya se oyen voces que alertan sobre la reactivación, de forma más virulenta, de enfermedades venéreas que se consideraban erradicadas? «Pornografía y violencia son las dos caras de la misma moneda», Gabriel Marcet.

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