Una casa especial
Aquella en la que se refugia cada niño soldado que ha sido víctima y verdugo a la vez para intentar recomponer su vida, para intentar darle un sentido, el sentido que no tuvo y que lo llevó al horror.
Aquella en la que se refugia una mujer sola o con sus hijos, víctima de malos tratos, para rehacerse, para perder el miedo y a la vez recuperar su dignidad y la de los suyos.
Aquella en la que pasa su primer mono el adicto, el primer techo que lo refugia de su propio yo, que le enseña los primeros pasos acompañados de dolor y de esperanza.
Aquella en la que un menor abandonado, maltratado, herido en su inocencia, recibe su primer mimo, su juguete más preciado: un poco de cariño.
Aquella en la que un enfermo es cuidado, atendido, querido, respetado.
Aquella en la que una mujer violada es escuchada, comprendida, valorada, recuperada para sí misma, lavada y planchada su dignidad.
Aquella en la que un anciano es escuchado en su historia, estimado, tenido en cuenta, apreciado en su experiencia.
Aquella en la que un «sin techo», aun sólo por una noche, siente que es la suya.
Aquella en la que a un discapacitado se le trata ni más ni menos, en la que sus capacidades son, existen.
Aquella en la que un perseguido, por el motivo que sea, encuentra unas paredes que lo cobijan, un suelo que lo sostiene y un techo que lo protege.
Aquella en la que cada dolor, cada sufrimiento, cada pesar, cada historia, cada vida, cada cuerpo, cada espíritu encuentra su propia habitación con su luz encendida.
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