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Elecciones europeas, votar o no votar

16 de Mayo del 2014 - Lucas Álvarez Carro (Oviedo)

Ya estamos rodeados de vallas y cartelones publicitarios con caras de sonrientes políticos pidiéndonos el voto. Las urnas nos esperan el día 25 para recibir nuestros votos y determinar quiénes nos representarán a los españoles en las instituciones de la Unión Europea.

Yo estoy dando muchas vueltas y creo que no votaré.

Hace más de 50 años unas cuantas naciones europeas crearon unas primeras instituciones que serían el germen, que ha ido creciendo y evolucionando, de la actual Comunidad Europea.

Los distintos pueblos deberían ir estrechando más sus lazos, compartiendo moneda, mercado de trabajo, etcétera, en aras de hacer de Europa una cuasi gran nación.

Pensé que habría las mismas posibilidades de cambiar residencia y puesto de trabajo desde Oviedo a Fráncfort que a Albacete (por poner dos ejemplos), pero no es así: vas en busca de trabajo, pero pasados seis meses sin encontrar una ocupación Alemania te da la patadita.

La realidad es que son muchos los países que se unen y, sobre todo, muy diferentes en tamaño, nivel de desarrollo, peso económico, capacidad para influir y, en ocasiones, intimidar y decidir; la tarea no es fácil.

Yo comprendo que nadie regala nada, que aportar para que otros reciban (dinero, orientación, apoyo) no se hace de buena gana, pero si lo que pretenden las grandes potencias es imponer su criterio, que no entren en el juego.

Se ha creado un Banco Central Europeo para garantizar, o al menos intentarlo, una estabilidad de precios en la eurozona con el dinero aportado por los países. Si esos mismos países llegan a necesitar parte del dinero aportado, lo deben pedir a través de intermediarios, los bancos ordinarios, que sacan su porcentaje. El dinero es muy importante, pero no lo puede ser todo; si no recuerdo mal, la única ocasión que el Congreso celebró sesión a puerta cerrada fue con motivo de la visita del presidente Draghi, muestra de que este poderoso caballero está por encima de la política: feo gesto o preocupante síntoma.

Hay candidatos de valía contrastada, pero también los hay, y no en pequeño número, que parecen buscar un refugio cómodo o el final de una carrera política, como si no tuvieran otra opción en la vida que servir a los ciudadanos. Servir, sí, pero (lo lamento, pero así lo interpreto yo) empezando por servirse a sí mismos. Recuerdo que a los pocos días de haber tomado posesión de sus respectivos puestos en las anteriores elecciones todos los representantes españoles, todos, llegaron a acuerdos por unanimidad. No se alegren los lectores, no es que tiraran de España todos a una y en la misma dirección, el acuerdo tuvo por objeto las condiciones en que se iba a desarrollar su trabajo: que si viajamos en business, que si vamos tantos días, que la dieta es de tal cuantía, etcétera, etcétera.

Sepan ustedes que los sueldos de los eurodiputados eran muy distintos según el país de procedencia y que los nuestros no tenían uno acorde con la situación de penuria por la que pasa nuestra economía. Además, contaban con 1.500 euros fijos para gastos de viaje.

Sus sueldos y añadidos eran hasta ahora de 3.124 de sueldo, más 1.500 para viajes, más dietas de 287 por día, lo que ascendía por este concepto a 4.592 al mes por una media de 16 días fuera de España. A partir de julio habrá cambios, todos serán iguales: 7.665 de sueldo, cobrarán los viajes que efectúen, en vuelo de clase turista o por kilometraje en el caso de tren o automóvil a razón de 0,73 euros/km los primeros 500, y 0,53 euros/km los posteriores (la Administración en España está pagando a sus empleados a poco más de 20 céntimos el kilómetro; parece ser que hasta los kilómetros son distintos dependiendo de quién los haga). Por si fuera poco, cada miembro también puede exigir un reembolso adicional de hasta 4.000 euros mensuales por «otros viajes efectuados en el ámbito de su trabajo». Dispondrán también de 4.052 para gastos de sus sedes, y de otros, ¡agárrense!, 16.584 para contratar asistentes.

España, teóricamente, es soberana, pero debemos soportar tirones de orejas por asuntos como los de la valla de Melilla (me gustaría ver a los del norte soportando lo que nos toca a los del sur); debemos adaptar nuestro sistema jurídico y nuestras sentencias a los mandatos europeos (me temo que en algunos casos la norma europea ha sido tomada por nuestros gobernantes como pretexto para adoptar cínicamente unas medidas de manera más o menos solapada o disimulada).

Sirvan estas consideraciones para mostrar mi decepción –más por el cómo que por el qué o el para qué–, que es grande. Me asalta una penúltima duda: ¿qué pasaría si la participación en estas elecciones fuera baja, muy baja?, ¿se procedería al reparto de escaños o por escandaloso se replantearían muchas cosas?

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