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A vueltas con la inmigración

17 de Mayo del 2014 - Matea María F. Caballero (Pola Siero)

El pasado martes, 13 de mayo de 2014, ocurrió en Pola de Siero un hecho que presencié y me llenó de consternación. La Policía Local desalojaba a dos muchachos de color de la venta improvisada de «sus cosas» en las inmediaciones del mercado de La Isla, llevándolos a Comisaría. Muchas personas que en aquel momento transitaban el concurrido lugar manifestaron su desacuerdo con lo que estaba sucediendo. Yo era una de ellas. Como mi camino hacia casa coincidió en un pequeño tramo con la Policía y los muchachos ya mencionados, yo seguí increpando a la Policía por lo que, sinceramente, me parecía injusto. Al final, ésta (tres o cuatro agentes), cansada, al parecer, de aguantar a esta «humilde mosca cojonera» se dirigió a mí contundente, y uno de ellos, en nombre de todos los demás, me espetó algo así como «no le da vergüenza, a su edad». Y por mi vida que esa frase interrogativa y desafortunada no puede quedar sin respuesta que, a mi vez, le devuelvo a dicho agente con alguna otra pregunta: ¿acaso una persona por ser pensionista y peinar canas no está capacitada para captar la injusticia allí donde se produzca, incluso aceptando que la percepción de injusticia pueda ser algo totalmente subjetivo? ¿Acaso no tiene ya una persona de estas características la capacidad de indignación ante hechos que le llegan desproporcionados y carentes de total solidaridad y empatía? ¿Acaso una persona mayor es, por definición, un ser sin criterio, un cero a la izquierda, un «ande, cállese, que calladina está más guapa?». Señor agente, pudo usted haberme dicho cualquier otra cosa. Seguramente, estaría en su derecho, pero nunca lo que estoy analizando. Fue un error, como mío fue el error de dejarme llevar de la emoción y ser incorrecta en las formas. Por esta razón, pido públicamente disculpas a los agentes afectados y que se sintieron ofendidos, porque, en definitiva, estaban realizando su trabajo, ejecutaban órdenes de superiores. Otro asunto es que existan órdenes que al ciudadano de a pie, en general ignorante por desinformado y aquejado de bonhomía, le parezcan cuando menos cuestionables.

Es fácil entender que, con respecto a estos temas, los ánimos se solivianten. No olvidemos el sarpullido que algunos sentimos acerca de la problemática desencadenada en Ceuta y Melilla y en general de toda la cornisa africana que aboca al Mediterráneo a causa del éxodo masivo de africanos hacia Europa buscando el derecho incuestionable que todo ser humano tiene a sobrevivir. Búsqueda que, desgraciadamente, en muchos casos termina en la muerte.

No ignoro, sin embargo, que este hecho se está convirtiendo en un serio problema para Europa. En cualquier caso, ojalá no caigamos jamás en la tentación de sumarnos, por ejemplo, a la francesa Marine Le Pen, al finlandés Timo Soini, al sueco Jimmie Akesson y a tantos otros que levantan inmisericordes su voz contra el inmigrante prácticamente y últimamente en todos los países europeos.

En España también existen formaciones xenófobas, pero por ahora nos libramos de su presencia en el Parlamento estatal. Luchemos por que continúen así las cosas e incluso mejoren.

Trabajemos para que todos puedan tener un hueco digno en este mundo. Que nadie es más que nadie ni menos que nadie.

Señores agentes de la Policía Local de Pola de Siero: si han llegado estas bienintencionadas líneas a sus manos, les supongo convencidos ya, a estas alturas, de que en el fondo nada iba contra ustedes, sino «mucho más allá», por expresarlo de alguna manera. Y termino haciéndoles saber que, sin duda alguna, respeto y valoro su trabajo.

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