Un fiasco de debate
Los luctuosos sucesos acaecidos en León aconsejaron posponer el debate entre Elena Valenciano (PSOE) y Miguel Arias Cañete (PP) hasta el jueves 15. Pero al fin se celebró. Hemos sufrido uno de esos debates sosos, aburridos, medidos hasta en lo que se refiere a los puntos y a las comas; tan pulcros y controlados que, la verdad, creo que no sirven para mucho.
Los menos exigentes han dicho: ¡al menos hubo debate! Como quien ha de conformarse con el producto descafeinado, que siempre es mejor que nada. El mismo día por la mañana, en alguna emisora de radio, se preguntaban cuál era la razón por la que los partidos (o mejor, los estrategas electorales) tenían tanto miedo a hablar sobre las cosas, a recibir preguntas, a contestar con naturalidad al ciudadano, futuro votante.
En algún sitio he leído que el citado debate tuvo lugar en el mismo escenario televisivo que se graba “Master Chef”: sin duda toda una metáfora de las cosas de la política, que, según parece, siempre necesitan algo de cocina. Evidentemente, un debate así no se parece en nada a muchos de los que de verdad se realizan en Europa, por eso considero que es algo que hay que cambiar: por el beneficio del votante y del sistema incluso. El periodista pregunta, y los candidatos responden. Ya está bien de confundir un debate electoral con una liturgia catódica.
Pienso yo que, para no tener que tirar de guión, la inteligencia se les supone. Si conocen los temas y saben defenderlos, deberían salir de ahí sin tanto miramiento. En cuanto a los temas de discusión, tampoco puede haber duda: los que escojan los ciudadanos, que deberían ser los que formulasen las preguntas.
Ciertamente, creemos que el debate no lo ganó Elena Valenciano, que hizo los deberes. Quien sí lo perdió clamorosamente fue el cabeza de lista del PP, Miguel Arias Cañete. Todo hace pensar que ya no hay magos en política.
Por último, nos queda por ver si los electores sienten la necesidad de acudir a las urnas el domingo.
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