Las seis Polas

25 de Mayo del 2014 - Antonio Parra Galindo (Cudillero)

"Nací en Pola Siero, viví en Pola Laviana, cortejé en Pola Allande, caséme en Pola Somiedo" Las cinco Polas famosas o Pueblas, villas de realengo, pero faltaba una la de Gordón que se encuentra en los montes de León en uno de los parajes más hermosos de la cordillera Cantábrica

El artículo se publica en la edición 14-V-2014 y lo firma el ilustre archivero de la catedral de Oviedo Agustín Hevia Ballina glosando un libro de Carlos Luque Cabal acerca de un tema poco conocido como es la adscripción a la diócesis ovetense de buena parte de las parroquias del norte de la provincia legionense: algo más de medio centenar.

El hecho ciertamente se percibe por el acento del bable allí hablado, así como por la estructura del románico rural de las iglesias de aquellas aldeas reestructuradas durante el barroco siendo rey Carlos III, o, antes, tal vez, ofreciendo singular parecido con los templos y monasterios a la umbría de Pajares (campanarios de dos ojos en lugar de torres como en Andalucía y ambas Castillas, exiguos trazados, con antojana en vez de atrios en lugares apartados y recoletos).

Hasta la reforma cluniacense de Alfonso VII la archidiócesis ovetense, según creo, era sede primada y su jurisdicción alcanzaba hasta el Miño adentrándose en tierras lusitanas.

Toda esta zona ofrece parajes bellísimos desde el Bierzo hasta Liébana con importantes núcleos monásticos (Babia, maestros templarios, los conventos del valle del Órbigo y Baños de Luna así como Astorga, núcleo de la dominación romana) y toponimias excelsas que hacen pensar en su pasado romano: Ponferrada, Riello, Villablino, Bobia, Villarejo, Amio, Murias y otros enclaves situados a la estribación de la cordillera cantábrica al pie de los Montes Universales. A lomos de tales atravieses, a la sombra de impresionantes cárcavas, gollizos, y esas sillas de montar tamizadas de canchales y cantos rodados, verdaderas autopistas por donde bajó el hielo del cuaternario que dejaron los glaciares, se constituye el núcleo de la fabla (bable) astur leonesa que se escuchó durante la Edad Media de aquí hasta allende riberas del Duero, penetrando en Extremadura.

Era el idioma del antiguo reino de León con sus usos y costumbres, sus fueros y sus instituciones jurídicas, su forma de aparejar y de construir, además de una vestimenta con influjos moriscos.

A los notarios se los denominaba fiel de fechos y las casas eran construidas con galerías de madera por delante; adentro, el estragal o tinelo pero con poca portada y sin corral; mas bien, la quintana al lado de la casería. El almiar asturleonés y la corraliza sustituyen al pajar que tanto les gustaba a los vascos cuando irradiaron su hegemonía hacia Castilla.

Extremadura, Zamora y Salamanca fueron la frontera prevenida en baluarte contra la morisma por leoneses y asturianos.

A diferencia de vascos y gascones, los astures no jugaban a la pelota. En Asturias se ven pocos nidos de cigüeña y escasean los frontones. Preferían los bolos y el aluche (lucha leonesa) y con la unificación a Castilla se implanta el Fuero Juzgo o Derecho Romano del común, una de cuyas notas más salientes sería el decreto de las Cartas Pueblas para la repoblación de yermos y baldíos otorgada por Alfonso X el Sabio.

De la premática alfonsina surgen las cinco Polas ( Somiedo, Laviana, Allande, Siero, Lena) que debieran ser seis porque al cupo ha de unirse Pola de Gordón.

Remontada la cordillera, encontramos la Puebla de Sanabria en la confluencia de Galicia, Asturias, Portugal y Castilla la Vieja. Una de las regiones léxicamente más ricas de la Península es la sanabresa.

El bable que se hablaba en la región occidental de Zamora, poco estudiado, fue el gran cuaderno de campo de dialectólogos tan avisados como el profesor Alarcos de feliz memoria.

Una de sus tesis se refería a la fractura del latín; sus diptongos y la conversión de aspiradas en fricativas, o viceversa, darían lugar a las variantes regionales. Vg.: multus evoluciona a moito en portugués, molt en catalán mu en bable y muy castellano; fecit/ fizo, factus/ feito; cordis/ cordial/ curaçao.

La aspiración de la f como famis, farina, fons, es total en castellano (hambre, harina, hontanar) pero no desarrolla en el asturleonés; fame, fonte, farina.

Es un idioma, en cuanto al habla, riquísimo que desconoce la j ya que las guturales fuertes traídas por los árabes pero muy pobre en cuanto idioma escrito, carente de literatura (y sin textos que atestigüen no se va a ninguna parte), sin hacer mención además de la peculiaridad de sus variantes dialectales (un bable en cada valle y en un tiempo en que las comunicaciones no eran buenas) y ello se debe a que los documentos estaban escritos en el idioma de la Iglesia del siglo VII al XII de la hegemonía astur leonesa.

Pretenderlo resucitar sin un cabal conocimiento del latín que da estructura y cimiento a las lenguas románicas es pegar palos de ciego. Por esto pienso que el bable moderno suena un tanto artificial y de pie forzado aunque no haya perdido su lozanía.

Lo mejor sigue siendo la entonación de un idioma tan melodioso y cantarín y con peculiaridades sintácticas como es la posposición del pretérito indefinido y el articulo reforzando al pronombre posesivo (el mío pa dixomelo anoche un paxarín, etc) que se conservarán siempre.

Con el gallego y con el vasco unificado ocurre otro tanto al igual que con el catalán en liza con el valenciano y el mallorquín.

El castellano no aparece hasta finales del s. XIII cuando ya campeaba la fusión de los tres reinos. Es por lo que muchas de las voces en las que se comunicaba el vulgo desparecieron pero la labor de la iglesia en la aculturación y parcelación administrativa de esta región es verdaderamente gigantesca.

Sin los cartularios, los censos, libros de apeos, las tazmías, los diplomas, los documentos notariales de las donaciones pro anima, los registros bautismales, nupciales y funerarios que anotaban minuciosamente los sacerdotes de la iglesia latina, sería una entelequia o vano ejercicio la labor de los historiadores.

La iglesia trabaja de largo con esa parsimonia imperturbable ante el paso del tiempo y ese festina lente de los pendolistas monacales pulsando sus péñolas sobre los cuadernos de becerro en letras capitulares y caligrafía visigótica, cantando el salterio y rezando las Horas. Merced a su apartamiento y su distanciamiento de las cosas del mundo quedó estampado en tales documentos el afán y el trajín de un tiempo tan belicoso como solemne y entusiasmado con la utopía europea. ¡Sublime paradoja! De ahí que se dijera que España fue la cultura perfecta.

España y algunos obispados concretamente el de Oviedo archivísticamente son el país mejor dotado del mundo y la labor organizadora del clero, ingente.

Gran parte de nuestra grandeza cultural y ese poder civilizador se la debemos a esos clérigos y frailes que vivieron y murieron en el anonimato.

Es por lo que el artículo del canónigo Hevia Ballina merece todo encomio como contribución a la verdad histórica.

La división política en provincias que trajeron las constituciones del siglo XIX es arbitraria y responde al talante ordenancista y centralista del ideario napoleónico y de la Revolución Francesa.

A mí me parece que no fueron como se debe colocados los hitos y mojones de los limites. La división política no se compadece con la diferenciación real de las comarcas. Las lindes eclesiásticas, por ende, se adecuan mejor, tanto al paisaje como al paisanaje,a la estructura mental de una país o de una región.

Eso se percibe cuando se viene a través de la N.VI: después de remontar el Rabizo, dejando atrás la Venta de la Tuerta, percibes ya el aire asturiano, notas la brisa de lo verde. Los edificios poseen una estructura diferente que en la meseta, las casas con solana se dispersan por el campo. Se cruzan bellos paisajes e iglesias con estructura asturiana como es la ermita del Buen Suceso o el antigua priorato de Arbas (de arva campo de pación en Lat.) Son datos que revelan un pasado glorioso que no conviene olvidar en medio de este mundo sujeto a las intercadencias y bandeos de la globalización.

Merece, por tanto, la pena hablar de estas cosas en la salvaguardia de nuestro acervo común, cuestiones políticas aparte. Enhorabuena por su artículo, tan esclarecedor como exacto, don Agustín. Una pena que esos 54 arciprestazgos pasaran a la mitra de León con la reforma incoada por Pío XII el año de gracia de 1954 cuando nosotros éramos seminaristas latinos y no nos preocupáramos de tales cosas.

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