Bicisendas
Leo con interés en esta misma sección cartas de ciudadanos que utilizan las aceras para circular con bicicleta. Antes de continuar, y como vacuna, debo explicar que sin ninguna duda yo he pedaleado más kilómetros durante mi vida que la mayoría de la gente que pueda leer esto. No quiero pasar por un cascarrabias intransigente ajeno al tema que me trae. Y también, que en mis desplazamientos por cualquier ciudad del mundo, soy un empedernido peatón.
Asegura una señora en esta sección que la ley permite la circulación de las bicicletas por las aceras. Bien, reconozco que en este punto mis conocimientos no me alcanzan para saber cómo es la normativa municipal de Oviedo, aunque sospecho que la Dirección General de Tráfico, organismo superior a la hora de establecer reglamentos en cuestiones de tráfico, tiene otra opinión. No se me ocurre pensar que la DGT considere que los camiones de más de 16 t deban circular a cierta velocidad máxima y en Avilés, por ejemplo, que puedan ir a 130 km/h marcha atrás porque a su municipalidad le parece bien.
Dicho esto le aclaro a dicha usuaria que es la DGT la que ha decidido, no yo, ni usted, que la bicicleta es un vehículo, y que como tal debe circular por la calzada, no por los andenes. Para que usted lo entienda mejor; por la carretera y no por la acera. También que como vehículo que es está sometida a ciertas normas circulatorias como no saltarse semáforos en rojo, etc.
Arrancando de este arbitraje que concede la ley se me ocurre admitir, porque lo he vivido, que en determinadas circunstancias y ateniéndonos a unas normas no escritas de convivencia cortés, se pueda, en ciertos trechos, transitar por las aceras, pero en todo caso adecuando velocidades y maniobras para no molestar ni avasallar a sus genuinos usuarios que son los peatones. Créame; aquí y en Sarajevo.
Esto me lleva a otra carta, también aquí leída, sobre el caso de una persona que chocó con un automóvil que salía de un garaje. A falta de otros datos se me ocurre la arrogancia de establecer mi propio peritaje y concluyo que, por muy alocado que saliera el vehículo en cuestión, si el ciclista que usaba ilegítimamente la acera para pedalear hubiera ido a paso de peatón jamás hubiera colisionado con él. Insisto; jamás.
A mí también me gustaría vivir en una ciudad cosida de carriles exclusivos para bicis, porque, entre otras cosas, creo que con ello se manifiesta un contexto más habitable y una sociedad mejor. Pero, entretanto, ustedes, yo y todos, tenemos dos opciones; o nos vamos a vivir a Utrech, o reclamamos por todos los medios cívicos la implementación de tales estructuras. Y reivindicar tal horizonte no puede pasar por invadir el espacio de otros. Ni molestarles, ni avasallarles. Hay espacios de uso compartido, como es el caso en Oviedo de la Vía Verde del Fuso de la Reina, pero no las aceras, que son peatonales.
No puedo evitar hacer alusión a la moda creciente de transitar por esas aceras a ciclistas que a gran velocidad hacen eslalon entre los peatones y les obligan a apartarse o modificar sus trayectorias ante su arrogante paso. También, curiosamente, lo he visto hacer a minusválidos con sillas mecanizadas. Parece ser que una falta de respeto se apodera del devenir cotidiano, y alarmantemente se manifiesta por quienes, por ser más vulnerables, más reclamaron ese respeto. Por eso me resistía a dejar pasar la ocasión de poner mi voz al asunto.
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