¿Para cuándo un homenaje en Colloto a las víctimas de la guerra civil?
No se trata de buscar revancha ni de rehacer la historia. El pasado ya fue y ha dejado de ser. Que nadie tema nada. Como dijo el profesor Álvarez Junco el pasado 4 de Julio, en Villalpando, en un acto de homenaje a las víctimas del franquismo, nadie puede devolver la vida a los que la perdieron, ni la juventud a quienes la pasaron en la cárcel, en el exilio o como miembros de una familia que, además de haber perdido a uno de sus miembros, andaban por el pueblo de negro y en silencio, como sombras, como avergonzados de algo.
Al igual que Villalpando, Colloto y tantos otros pueblos- necesita que se proclame en voz alta que un grupo de vecinos de este pueblo sufrió una muerte violenta que de ninguna manera merecía. Y que sus familiares, además de la muerte de un ser querido, tuvieron que soportar la humillación de ver a las mujeres paseadas con el pelo rapado al cero y sufriendo todo tipo de abusos y vejaciones.
Colloto necesita proclamar a todos los vientos que las víctimas del franquismo fueron seres dignos, dignísimos y que si alguien debe sentir vergüenza, somos los demás, por tardar tanto tiempo en rendirles un homenaje, al que estamos obligados desde hace mucho tiempo.
Debemos proclamar, al mismo tiempo, que ¡nunca más una guerra! Por fortuna, en España tenemos hoy muchas razones para creer que un acontecimiento trágico como el de 1936 no se va a repetir. La sociedad ha cambiado radicalmente, tenemos un nivel económico y cultural muy distinto al de entonces, hay una democracia estabilizada y no dominan ya aquellas pasiones políticas que llevaron a la gente a la barbarie del exterminio mutuo.
Todos debemos sellar la reconciliación, reconociendo que se cometieron brutalidades por ambos lados. Por ambos, y no sólo por uno, como proclamó el franquismo, que homenajeó, y mucho, a sus "caídos por Dios y por España". La democracia, por cierto, también debe desagraviar a estas víctimas -y el homenaje de una democracia vale mucho más que el de una dictadura-
Ojalá en Colloto el cura hubiera hecho como aquel otro cura de Quintanilla que cuando llegaron los falangistas preguntándole por "los rojos del pueblo" les dijo: "Aquí el más rojo soy yo; ¡fuera de este pueblo!".
Colloto debe recuerdo a aquellas víctimas y un cálido abrazo a sus familiares. Pero también debe hacer que eso sirva para unirnos, porque en una democracia los ciudadanos se asientan sobre unos valores comunes. Y ese sentimiento de comunidad es el que se rompe de manera muy difícil de reparar durante una guerra civil, que instaura un clima de miedo y recelo generalizado.
Colloto tiene que restaurar y fortalecer esa confianza que una guerra civil rompe; la confianza en las personas y en las instituciones, que en una democracia son, precisamente, de todos.
Cuando Colloto, mi pueblo, rinda homenaje a las víctimas de la guerra civil, me sentiré orgulloso porque se asocia con la justicia; porque reconoce y denuncia los errores y las barbaridades del pasado, en lugar de empecinarse en silencios, odios y posiciones enquistadas.
Colloto debe proclamar una verdad conocida por todos, o casi todos, pero silenciada durante demasiado tiempo: defender a los débiles y reivindicar a los ofendidos. Colloto debe cerrar heridas apoyando a los familiares de las víctimas, que han sufrido con paciencia, y que tienen derecho a que se limpie la memoria de sus parientes.
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