Crisis de los cuidados
¿Quién no ha tenido alguna vez, sino demasiadas, la sensación de abandono hacia sus mayores, pequeños o de sí mismos por la estricta y asfixiante rutina diaria?
Cada mediodía sin ir más lejos, de camino a casa a la hora comer (ya que ni siquiera mediante semejante trajín una puede permitirse comer algo cerca del trabajo), me cruzo con un estremecedor número de personas ancianas que son paseadas por cuidadores ajenos. Van en busca de un rayo de sol y algo de compañía.
Yo no tengo hijos por lo que imagino que aquellos que los tienen disponen aún de menos tiempo para atender a unos y otros y se multiplica la sensación de opresión. Por no hablar de tantas y tantas familias que actualmente disponen de todo el tiempo del mundo pero que por el contrario no disponen de un trabajo, un hogar, un futuro, una vida saludable.
Realmente algo estamos haciendo mal, muy mal, para permanecer dominados por un ritmo de vida antinatural más propio de la esclavitud que de la libertad.
La economista feminista Amaia Pérez de Orozco lo viene diciendo hace mucho tiempo y es que necesitamos redefinir urgentemente las prioridades que posibiliten una vida vivible y que la reubiquen en el epicentro en vez de someterla al servicio del proceso de acumulación de capital.
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