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Llull y la filosofía práctica

25 de Mayo del 2014 - José Manuel López García (Gijón)

La necesidad de un uso práctico de la razón ya es señalada por Ramón Llull en sus obras de un modo inequívoco. Este pensador que enseñó en París, y que luchó contra el averroísmo escribiendo en latín y árabe. Se mostró como un firme defensor de la conciliación entre razón y fe. Pensaba que las creencias cristianas no eran contrarias a las argumentaciones racionales o a la razón. De hecho una de las tareas a las que dedicó sus esfuerzos es a la de convencer a los musulmanes de la razonabilidad del cristianismo. De todos modos, parece que no fue bien comprendido por algunos, porque murió martirizado en Túnez en 1315. En su Ars Combinatoria explica que existen determinados principios básicos que son básicos en todas las ciencias y también en la filosofía.

Llull reitera la significación esencial del saber práctico entendido como costumbres y acciones que promueven el bien y las restantes virtudes. El conocimiento teórico también es fundamental, pero la cultura intelectual y técnica son esenciales, porque muestran el poder de los seres humanos para potenciar e incrementar el progreso, y el bienestar general.

Aunque Llull está inmerso en un ambiente de tipo escolástico y místico que se trasluce en su producción filosófica y teológica, afirma el gran valor del conocimiento ético. En efecto, considero que es cierto que es positivo que las personas conozcan adecuadamente el bien y el mal, y de modo general los buenos principios de una moral mínima que cohesione la sociedad, y garantice los derechos individuales. Quizás la clasificación dual de virtudes y vicios puede tener relativas resonancias arcaicas, pero explicita de una forma clara lo que Llull quiere decir.El pensador mallorquín es consciente de la relevancia del conocimiento de la naturaleza del ser humano. Lo que hará posible que cada sujeto sepa como aumentar su capacidad para practicar una buena conducta o ser virtuoso, y al mismo tiempo superar las conductas negativas o viciosas.

Para este pensador existe una vinculación muy profunda entre la ética y la lógica. La diversidad de situaciones morales queda según Llull integrada en una combinatoria lógica que, a mi juicio, no abarca la multitud de alternativas que son posibles en los comportamientos humanos.

De todos modos, el afán por racionalizar las conductas es algo que demuestra un interés porque cada individuo utilice más la razón y la prudencia en sus actos morales. En cualquier caso, Llull subordina en última instancia la ética al cristianismo, porque Dios es el garante último de la bondad en relación con la voluntad humana de hacer el bien. No obstante, es cierto que Llull aunque, como es natural, utiliza el lenguaje propio de la época expresa en sus escritos una relativa lógica de la acción, y de la aplicación de las normas morales que toma en consideración ciertas exigencias de la realidad.

Evidentemente, como se refleja en sus obras desde el campo de la ética Llull ve con claridad, que es mejor proponer ejemplos concretos de comportamiento, que abstractas teorías conductuales, ya que pueden ser diferente y diversamente entendidas e interpretadas. Incluso indica en su obra Félix que el ejemplo es en gran medida útil como método científico de conocimiento desde un planteamiento experiencial. En su libro Rethorica nova establece el ejemplo moral como fundamento metodológico y epistemológico, en las cuestiones relativas a ejemplos de comportamientos correctos y buenos. Insiste acertadamente, a mi juicio, en la gran fuerza de persuasión de los buenos ejemplos y actos frente a los argumentos de autoridad. O como él dice en las razones necesarias probables frente a cualquier tipo de dogmatismo, autoritarismo, ignorancia o imprudencia. Llull confía más en los discursos acerca de buenas obras que en la mera retórica edificante. Sigue como se puede observar los planteamientos aristotélicos, en relación a la trascendencia de la repetición de las buenas conductas para ser virtuoso o bueno. La dimensión cognoscitiva y noética del buen ejemplo de conducta moral es también simultáneamente paradigma práctico y actitudinal en el planteamiento luliano.

Curiosamente, se percibe en su pensamiento moral una relación entre la intención y el pecado que denota la presente perspectiva teológica en Llull. Aunque de un modo original considera que existe una intencionalidad del universo, y también de la sociedad. Lo que presupone que los actos negativos o los pecados según el filósofo mallorquín influyen desordenando el ámbito social y el cosmos. El mal o el pecado es para él la privación de ser y, por tanto, la desencialización de lo que existe. En cambio, el bien tiende a la perfección.

Respecto a la libertad Llull establece de modo muy coherente que es una operación racional de la voluntad. Si bien lo fundamental es averiguar la verdad para actuar de modo consecuente, y plenamente libre. Además, en el campo de la política el ejercicio de la libertad no puede ser el ejercicio de privilegios o desigualdades sino, como sostiene Llull, la aplicación de un servicio a la comunidad y una norma de convivencia. Que debe estar fundamentada en la justicia y la equidad. Cuando no se realiza esto se acaba en una incuestionable corrupción. Para este pensador la utilidad pública es el primer valor moral. Lo que pone de relieve que la ética debería plasmarse también en la actividad política, como modo de lograr el bien colectivo de la sociedad. La moralidad posee una indudable dimensión económica, y la política según Llull debe poner orden y equidad para el bienestar de todos, con la distribución justa de la riqueza del estado o de la sociedad.

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