El desmedido drama de los desahuciados
Pese a los ilusionantes pronósticos que está lanzando el Ejecutivo de Mariano Rajoy, que nos asegura que España camina ya con firmeza por la senda de la recuperación económica, el número de personas que se siguen quedando sin su vivienda continúa en aumento. En concreto, el año pasado, nada menos que 38.961 fueron las familias desahuciadas por no poder hacer frente a sus créditos hipotecarios.
Los políticos cuyos mensajes están plenos de entusiasmo cuando hablan del fin de la crisis deberían aclarar –y también solucionar, por supuesto–qué pasará con todos estos ciudadanos: abuelos mayores, viudas y niños de corta edad incluidos, arrollados por la recesión hasta el punto de no contar con un techo propio bajo el que poder cobijarse todos los días.
Mientras desde los poderes públicos no se les dé una solución satisfactoria a todos los ciudadanos hablar de un nuevo ciclo económico suena a chanza, cuando no a humillación. Hasta ahora, pese a la gravedad del problema, los damnificados están siendo tratados como malhechores, a los que se los expulsa de sus hogares sin ninguna conmiseración.
Ante ello, somos muchos los españoles que preguntamos al Gobierno ¿qué es lo que deberían haber hecho estas personas cuando perdieron sus puestos de trabajo o agotaron las prestaciones por desempleo para poder pagar sus hipotecas? ¿Acaso dedicarse a robar? ¿Quizás a defraudar y/o estafar? ¿Eso sería preferible?
Puede decirse que los desahucios son todos, sin excepción, un auténtico drama y una tragedia social.
Abordemos, pues, presidente, el problema, que lo tiene, y grande, con justicia, denuedo y determinación, puesto que van en ello la tranquilidad y el sosiego de muchísimas familias españolas. Y, como usted tiene que comprender, es durísimo. Hasta para los vecinos de los desahuciados, que casi lo tienen que vivir en carne propia. Es de justicia social.
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