Los grandes olvidados
Estupefacta, podría describir como me he quedado después de leer el artículo del Magazine de LA NUEVA ESPAÑA sobre el cáncer y nuevas estrategias para combatirlo y no encontrar, ni por asomo, el nombre de Carlos López Otín.
Supongo que a la periodista, Cristina Sáez, no le suena familiar ese nombre. Quizás era importante destacar el poderío catalán en el campo de la investigación biomédica.
No puedo negar que los catalanes han sido inteligentes y han mirado con la perspectiva suficiente para saber dónde están las bases del progreso, ¡bien por ellos! Sí, es cierto que está María Antonia Blasco, no es catalana, sólo la directora actual del CNIO. Excluirla hubiera sido demasiado escandaloso.
¡Pero no había que irse tan lejos! Aquí en Asturias, en un laboratorio más bien pequeño de la Universidad de Oviedo, un grupo de científicos sin hacer mucho ruido está consiguiendo verdaderos progresos en la lucha contra el cáncer.
Es cierto, están aquí, y, como dijera el profesor Richard Vaughan, el mejor negocio que se pueda imaginar es comprar a un español por lo que piensa que vale y venderlo por lo que realmente vale, las ganancias están aseguradas. Siempre deslumbrados por lo externo y ciegos ante lo que salta a la vista.
Carlos y su grupo de investigación no deberían haber estado ausentes en este reportaje, pero tampoco creo que inviertan un minuto de su precioso tiempo en pensar en un tema tan baladí. Ellos están enfrascados en la tarea de desentrañar los misterios de la vida y de la muerte, y ninguna nimiedad terrenal les desvía de su camino perfectamente trazado. Ellos no sólo le ponen oficio a lo que hacen, a ello le entregan lo mejor de sí mismos y eso marca la diferencia. No buscan la gloria, saben que, como dijera el gran Jose Martí, toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.
Si de reportajes a científicos españoles en el extranjero se trata, también podrían hacer uno de todos los que se han formado en ese pequeño grupo. Muchos están fuera de España porque aquí no hubo un lugar para ellos y probablemente nunca lo habrá, tal y como se vislumbra el futuro de la ciencia en este país.
Carlos y su grupo no necesitan estar en ese reportaje, es cierto, "lo que brilla con luz propia nada lo puede apagar"; ya brillan en el universo de los que aman el conocimiento, la esperanza y la vida.
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