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Renovarse o morir

4 de Junio del 2014 - Constantino Díaz Fernández (Oviedo)

Al fin ya han pasado las elecciones al Parlamento europeo, liberando, con gran alivio, por cierto, a todos los potenciales votantes de los variados reclamos y cansinos mítines con los que los candidatos a tan sustanciosa breva nos han obsequiado durante la interminable campaña, intentando, con ímprobos esfuerzos, llevar el agua a su molino. Ahora, con todo el pescado vendido, llegó el tiempo de reflexión, el momento en el que los partidos políticos que participaron en la liza tienen el ineludible deber de analizar los resultados y extraer las conclusiones pertinentes. El serio revés que los más representativos han sufrido y el inesperado panorama que, tras el proceso electoral, se presenta seguro que les darán materia sobrada para ello.

Lo que estos comicios europeos han dejado muy claro es el gran hartazgo que los ciudadanos tenemos de una clase política que se ha instalado en las instituciones como si se tratase de un coto privado, gozando de prebendas y privilegios que, en muchas ocasiones, suponen un auténtico agravio al ciudadano que tiene que luchar cada día para llevar el sustento a su familia, lidiando con una situación harto difícil que le ha llevado incluso a la necesidad de aceptar la reducción de parte de su salario ante la alternativa de verse expuesto a la pérdida del empleo, mientras aquellos a los que, teóricamente, ha elegido para resolver sus problemas se muestran indolentes y ajenos al drama que se vive en muchos hogares.

El continuo incumplimiento de las promesas reflejadas en los programas electorales, que se confeccionan ad hoc, sólo válidos para eso, pasando directamente a la papelera una vez finalizado el escrutinio, unido a los cada vez más crecientes casos de corrupción que están afectando a toda la casta política y aliado con una crisis que no acaba de presentar signos claros de recuperación en la economía real, está llevando a los ciudadanos a una situación límite de consecuencias imprevisibles. En este estado de cosas, no es extraño que sigan a cualquiera que emule la fábula del flautista de Hamelin, sin pensar con lo que se encontrarán al final del camino. Al menos, mientras les suene bien la música, se podrán sentir reconfortados. La sorpresa de Francia, con el impensable crecimiento del FN, el caso del UKIP en Gran Bretaña y los resultados registrados en España son claros exponentes de un populismo creciente que no hace más que recoger la decepción y el descontento que se viven en la calle. Está por ver si todo esto será extrapolable a unas elecciones generales, pero, en todo caso, el terreno queda sembrado, y, de germinar la semilla, la situación se puede tornar en ingobernable. Es un aviso a navegantes que no deberá pasar desapercibido.

La solución seguramente tendrá que abordarse mediante una renovación total de ideas y conceptos, lo que, necesariamente, tendrá que pasar por una renovación total de caras. Renovarse o morir, ésa será la única salida. Supongo que los principales partidos del espectro político tendrán este principio bastante claro, aunque todavía exista alguna vieja gloria política que no se haya enterado. El caso del exeurodiputado asturiano Antonio Masip, que, con 68 años y después de unas largas vacaciones entre Bruselas y Estrasburgo, pretende presentarse a las próximas elecciones municipales de Oviedo, en el año 2015, con la intención de conseguir la Alcaldía, espero, y deseo, que sea una rara excepción, no imitable, por el flaco favor que le haría a su propia formación. No sé si estará tratando de imitar a las águilas que, a partir de una determinada edad, se desprenden de su pico y garras para proceder a su renovación y, de esta manera, poder seguir sobreviviendo unos años más. En fin, cosas veredes.

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