A vueltas con Garoña
Se le están dando muchas vueltas al tema de la central nuclear de Garoña (Burgos), y puede que el empecinamiento de Zapatero por cerrarla no sea más que una cuestión de cumplimiento de un pago, el pago de una silla, una silla carísima, para asistir a la reunión de los Veinte.
Una de esas vueltas que se le dan al tema en círculos rumorísticos y también en los tertulianos es la promesa hecha en la campaña electoral; pero ya es sabido –la escuela filosófica de Tierno lo tenía como lema– las promesas electorales se hacen para cumplirse. Por otra parte, y para mayor abundamiento en la idea de que la promesa electoral no es el motivo del cierre de Garoña, es que, a mi parecer –y conste que he escrito «a mi parecer», lo que quiere decir que es mi opinión personal la que vierto aquí, cosa que aún puedo hacer en estos tiempos–, repito, a mi parecer las promesas electorales a este presidente le importan tanto como sus votantes; es decir, tres... pepinos. Y no digamos ya nada sobre la opinión que le merece el resto de los españoles.
Comprar energía nuclear a Francia es el precio de una foto, y el cierre de Garoña, quizá lo que costó la silla, como remate a esa continuidad en la compra a Francia de esa energía.
Un diálogo virtual pudiera ser:
–No vaya a ser que, teniendo la central en funcionamiento, te dé algún día por decirme: Nicolás, no nos mandes más energía, porque ya nos autoabastecemos. No, no; la destruyes y así Francia se asegura la venta al menos hasta que los españoles se den cuenta de todo este «tomate».
–Sí, pero lo haremos para las elecciones próximas porque entonces tendrá el visto bueno de algunos sectores, y ya no se verá tan mal. También me hará falta en este tiempo que media, cerrar la boda a los técnicos.
–Esperaremos, pero llegado ese tiempo, desmantelamiento, ¡ya! ¿Vale?
–Vale, vale, Nico.
Todo puede ser. ¿Por qué no?
Guillermo Fernández-Barettino Lorenzo, Moreda de Aller
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