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Juicio en Pravia y abogado de oficio

30 de Mayo del 2014 - Antonio Parra Galindo (Cudillero)

Fuime el otro día a un restaurante muy querido para mí donde se come el mejor curadillo de Asturias y se bebe buen ribera que está a pocos pasos de la casa donde vivo un nido de gaviota entre las peñas donde veo envejecer los laureles del viejo camino jacobeo y me lamo mis heridas. Quería darme un homenaje al cumplir 70 años de azacaneada vida y con motivo de la publicación de mi último libro Cela, el Café Gijón y yo.

El vino de tres orejas y el modesto menú del mesón aquel que ofrece un espectáculo maravilloso ventana a la bahía desde donde zarparon las galeras de la Invencible y las naos que descubrieron la Florida reconciliaron a este pobre diácono con la vida.

No soy más que un escritor. Me rindo. Soy un hombre en soledad amarrado al duro banco de la máquina de escribir y al que el decurso de los días ofrece escasas satisfacciones.

Ya se sabe. Periodista: las tres D: dipsómano, divorciado y algo deprimidillo. Mi fisiología- en cada individuo el alcohol causa efectos diferentes y yo que nací a la vera del Duero y soy de la tierra Vega Sicilia- soy capaz de beberme una cántara y estar más sobrio que un fiscal.

Conduje más de medio siglo en cinco países y nunca tuve una accidente por mi culpa o porque fuera borracho. Sólo una vez en Nueva York cuando un autobús saltó la mediana y fuimos embestidos mi mujer, encinta de mi hija Henar y yo. El auto quedó para chatarra pero salvó nuestra familia. Total que me sentí con capacidad de subir la cuestona en mi coche de once años y aquí no pasa nada aunque me esperaba una buena.

Antes de salir del restorán, un camarero que me debe de tener envidia pues le oí decir hay que ver lo bien que viven estos fachas jubilatas debió de telefonear a la querida GC para que me pararan. Ciertos eran los toros.

Ya a las puertas de mi hogar me encontré con la pareja de motoristas que venía detrás de mí y yo no les había visto. Prueba de alcoholemia. Di positivo. Con uno de los guardias que es de la comandancia del Sotrondio trabamos conversación. Quien lo diría. Vd no es como los demás. No parece borracho, Sí. Señor guardia, estoy ebrio de amor y de dolor a España. La Benemérita cumplía con su deber.

En otros casos cuando se trata de agentes municipales algo más zarriosos y puntillosos pues se les nota a cien leguas el afán recaudatorio y el multa, multa, que algo queda, y menos profesionales, me hubieron de oír.

A los tres días juicio rápido en Pravia. Me presento. No tengo abogado. Una funcionaria con el pelo de colorines muy simpática (pobre mujer ella hace lo que le mandan) me lee los cargos y llama a un abogado de oficio que se presenta a los pocos minutos. La experiencia no pudo ser más kafkiana. Me acordaba yo de The Trial del insigne escritor judeo/alemán que cuenta las barbaridades del absurdo proceso contra un ciudadano y me siento cucaracha. No sé si estoy ante un tribunal congolés o ante uno español pero a esto lo llamarían los ingleses canguro court. Todas muyeres en la oficina. Ningún varón.

Viene una juez arrastrando los peplos de su toga toda sofocada y solicita la presencia de la policía. En la sala de audiencia contigua uno de los procesados se ha liado a voces contra los abogados. Yo estampo mi firma en no sé cuantos papeles y acepto la sentencia de los 1.100 euros de multa y la retirada del carné 11 meses. Pero mi confusión llega al paroxismo cuando la abogada de oficio me reclama su minuta. Son 500 euros por cinco minutos de trabajo.

Es casi lo que a mí me vale el costo de una edición de mis pobres libros. ¡Habrase visto! En mis tiempos cuando yo estudiaba Derecho Romano un abogado de turno no cobraba un duro. Sin embargo, ahora están privatizando la justicia lo mismo que hicieron con la prensa, con la radio, con las cárceles, el ejército y con la sanidad pública que también lleva ese camino y todos esos gajes logrados por gobiernos de izquierda y de derecha en defensa de las clases sociales menos desfavorecidas y que tanto nos costara.

Señor ministro Gallardón, usted es un enemigo de la sociedad del bienestar, se le ve el pelo de la dehesa a su señoría. Practica la vieja política del fait accompli de los dictadores.

Todo está consumado. Como se nota que es hijo de un fascista del despacho de Serrano Suñer Los buitres abaten sus alas sobre nosotros pobres pollos a los que despluman y el ciudadano abrumado por los ukasses de un sistema corrupto y represor rodeado de jueces y de policías como en el orwelliano 1984 que no gobierna sino que administra a favor de los más ricos, los mangantes los pudientes, gime bajo el yugo opresor de la culpa.

Somos los paganos de siempre y pagano lo digo en su primitiva terminología de hombre que vivía en los pagii (aldeas) la plebe controlada y sujeta para la que se reparte la carnaza de la basura televisiva o futbolera o el afrecho cotidiano de la política rastrera.

Señora juez praviana, me rindo. Sólo soy un periodista septuagenario con una modesta pensión que ha comido de su trabajo en los libros los artículos las novelas (antes, porque ahora la dictadura del pensamiento único, a muchos profesionales se nos margina se nos cierran todas las puertas) , unos emolumentos con los que ayudo a mis hijos todos con carreras pero en paro.

En la mía como en muchas otras casas se vive de la pensión del abuelo. No estoy de acuerdo con esas sentencias de ustedes que tienen poco que ver con la tradición forense de nuestro pueblo y que parecen las cuentas del gran capitán.

Pagamos gabelas, tributos, tasas, cargas judiciales como no ocurría desde el reinado de Enrique IV. Y en Asturias se palpa ese recelo hacia el afán recaudatorio del Régimen entre los más humildes. ¿Hasta cuando va durara la arbitrariedad y tiranía forrada con visos de legalidad y todos esos artículos del código en esa prosa forense y mazorral- ahora ni los jueces saben el castellano- con que nos empapelan?

Esta situación no nos conduce a nada bueno porque hay perversión del lenguaje y un turno de oficio no es un turno de oficio sino un trágala. Veremos a ver de dónde saco yo esos 500. Mis carnes se han quedado temblando con las multas que me han impuesto últimamente. Tendré que malvender mi biblioteca y renunciar a algunos de mis amados libros. ¡Viva Franz Kafka! Es kafkiano todo esto.

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