En respuesta a Felipe González
Tras el éxito de la formación Podemos, son muchos los políticos de los partidos tradicionales que se han dedicado a denigrar y minusvalorar esta nueva experiencia ciudadana y política.
Seguramente, temerosos ante un partido que surge sin ningún apoyo económico y con unas estructuras absolutamente democráticas y asamblearias, lejos de las organizaciones piramidales a las que nos tienen acostumbrados los grandes partidos de este país.
Entre estas declaraciones, llaman poderosamente la atención las del señor Felipe González, que utiliza el epíteto bolivariano despectivamente para referirse a este nuevo movimiento social.
El expresidente bajo cuyo Gobierno la corrupción se convirtió en la seña de identidad de nuestro país; el responsable de la reconversión industrial salvaje de este país que se ha convertido en un erial en todo lo relacionado con este sector productivo; el responsable de la mayoría de los conciertos otorgados a la escuela privada de este país; el presidente bajo cuyo mandato se desarrollaron los crímenes de Estado en la lucha contra el terrorismo; el presidente que acompañó a la cárcel a los condenados por secuestro, el Ministro del Interior y el secretario de Estado, jaleados por multitud de simpatizantes del partido. El señor que definiéndose como socialista se sitúa ante un plafón con el logo de la Caixa (que ya dice mucho del personaje que realiza estas declaraciones) y que comentó en su día, mientas cobraba más de 100.000 euros en el consejo de administración de Gas Natural, que se aburría. Eso, en un país con un veintiséis por cierto de paro y gente desesperada por sobrevivir.
Pues bien, éste es el señor que se atreve a calificar de bolivariano a un movimiento que hasta la fecha lo único que ha hecho es reclamar mayor justicia social, una democracia participativa y el final de la corrupción en nuestro país.
Claro está que, viendo la manipulación en los medios de comunicación, debemos acostumbrarnos a que a partir de este rotundo éxito de Podemos los ataques y las descalificaciones sean continuos y lleguen de todos los frentes. Porque es una alternativa que viene a dar algo que la gente estaba reclamando a gritos: esperanza.
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