Cuando lo de Normandía
Setenta años ya de aquel triste y lluvioso día 6 de junio de 1944, en el que los aliados llevaron a cabo su desembarco en Normandía, en el que tomó parte mi entrañable amigo Wilson G. Alonso, al que hemos traído aquí en más de una ocasión. Este desembarco decidió la victoria aliada en una Europa invadida y dominada por el psicópata con un ridículo bigotillo a lo Charlot, causante de la II Guerra Mundial. Aquí, en este carpetovetónico país, entre ruinas y hambre, intentábamos resurgir de otra guerra mucho peor, porque se libró entre hermanos, hijos de una misma madre: España.
Nuestro amigo Wilson, que tiene orígenes paternos en Jomezana y parte de su infancia en La Frecha, localidades del concejo de Lena cuya asturianía mantiene viva en Nueva York, hizo toda la guerra en Europa, al frente de su unidad. Entre los muchos hechos y cosas vividos o padecidos en aquella guerra, Wilson recordaba el mejor y más grato para él: el encuentro con un asturiano cuando las tropas norteamericanas entraron en París. “Me dijo que era un exiliado español, de Gijón, que había combatido y pertenecido a la Resistencia francesa. Era un tipo célebre y simpático”. El conocimiento, al parecer, tuvo lugar en la cima de la torre Eiffel, cuando a uno de los visitantes le oyó clamar: “Ay, Ramón, quién pudiera ver, desde esti montón de fierros, el mio Xixón”. Presentaciones, un abrazo y luego, en un bar a orillas del Sena, el obligado culto a Baco. Asturias, aquel día, en el liberado París, fue entrañablemente recordada por un norteamericano del ejército estadounidense y un asturiano de la Resistencia francesa, ambos combatientes por una misma causa. ¿Vivirá Ramón, y habrá vuelto a su Xixón? Nos alegraría que así fuera, que siga vital, con salud y su buen humor.
Ayer, con las armas, Alemania llegó a dominar a Europa. Hoy, económica y políticamente, nos sigue dominando, pero esta vez, hasta las elecciones del 25-M, el führer ha sido, o seguirá siendo, una mujer, con una mandonería de hierro, posible herencia del Káiser. Por lo tanto, en Bruselas, al menos hasta ahora, de machismo nada, señora Valenciano, sino todo lo contrario. Y ahora, usted y Cañete, en defensa de los intereses de España, tienen que ir muy unidos y de la mano, con el respaldo de sus respectivos partidos. Así lo demanda y exige el pueblo llano.
Ricardo Luis Arias
Aller
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