Estado proxeneta

14 de Junio del 2014 - Sara Paz Suárez (los campos (Corvera))

Ayer no podía ocultar mi indignación mientras leía una noticia que narraba que la organización profesional de Inspectores de Hacienda del Estado (IHE) planteaba legalizar la prostitución para recaudar millones para las arcas públicas.

Me niego a creer que funcionarios públicos pretendan que el Estado español se convierta en el chulo de miles de mujeres que son explotadas sexualmente por el mero hecho de recaudar unos millones de euros. La mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución lo hace de manera coaccionada o son víctimas de engaño, incluso en países donde la prostitución es legal, como los Países Bajos, miles de chicas son engañadas con falsas promesas de empleo. Tampoco hay que olvidar a aquellas mujeres que sin llegar a hacerlo obligadas por una organización o colectivo lo hacen por necesidad y circunstancias, convertidas en víctimas de esta sociedad machista, hedonista y comercial donde una persona, más si es mujer, puede convertirse en objeto de compraventa y adquirir un precio, pero ningún valor.

¿Qué sociedad estamos construyendo? Una sociedad donde se aboga por los derechos de los animales, pero se pretende legalizar la prostitución con fines recaudatorios. Una sociedad donde la explotación del ser humano, ya sea laboral o sexual, sustenta los cimientos de nuestras estructuras sociales. No sólo me opongo a la legalización de la prostitución, sino que abogo por su total y absoluta persecución y abolición. Si el Estado quiere recaudar, que persiga a las mafias y redes de prostíbulos que mueven miles de millones de euros al año y que libere a esas mujeres que son tratadas como un mísero objeto, dándoles la oportunidad de desarrollar su vida en otros ámbitos de actividad y bajo la protección de un Estado social y de derecho.

Siempre habrá voces que aludan a la supuesta libertad de la mujer para elegir esa situación o a que la legalización les reportaría seguridad y protección. Yo no puedo dejar de verlo de otra manera, el Estado sería consentidor de la explotación sexual de las mujeres, de su cosificación y se enriquecería a su costa. ¿Qué diferenciaría entonces al Estado de una banda de proxenetas?

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