Los fanáticos

26 de Julio del 2009 - J. Jesús J. Suárez González (Gijón)

Existen, entre nosotros, muchos individuos que, no siendo capaces de pensar mucho por si mismos, se apuntan, como suele decirse, al caballo ganador, no solo eso, cuando pasan a engrosar las filas de un grupo, son mas papistas que el Papa, hasta el punto de hacer el ridículo. No queremos meternos aquí con los fanáticos del fútbol, esos que siendo de Sotiello o de Pinzales, por ejemplo, dicen sentir los colores del Barcelona o del Real Madrid, aunque sabemos que si estos clubs, por un milagro del destino, bajaran un día a tercera división, desaparecería esta clase de forofos. Tampoco vamos a hacer sangre con los fanáticos religiosos, esos que critican y se ríen con altivez de las cosas que hacen los musulmanes, por ejemplo, y no saben que la misma guasa y estupor causa en los otros su parafernalia de la Semana Santa y sus fiestas patronales teñidas de sangre por la tortura de animales, si hace unos decenios fueron hasta peligrosos, hoy son casi inofensivos y no merecen muchas líneas, solo decir que si un día vuelve Jesucristo lo van a pasar realmente mal. A los que queremos enfrentarnos son a los verdaderamente peligrosos, a los fanáticos de la política.

Los que sustentan a los líderes, listillos y aprovechados antipatriotas que han hecho de la política su modus vivendi, son los votantes, entre los que se encuentran una buena masa de fanáticos. Todo el mundo sabe que hay una pequeña horquilla, de aproximadamente un millón de personas, que oscila entre los dos partidos mayoritarios y puede dar el triunfo a unos u otros. Son una minoría generalmente despolitizada y que votan en función de varemos que a veces son irracionales, como quien tiene la mejor sonrisa Profidén o quién miente más notándosele menos. Pero la gente seria son los que votan a su partido del alma pase lo que pase, los que son de izquierda o de derecha de toda la vida, los que siempre ven la paja en el ojo ajeno pero nunca la viga del propio, aunque hay gloriosas excepciones que respetamos, por supuesto. Escuchen ustedes dos conocidas cadenas de radio de ámbito nacional que es la prueba del nueve de lo que decimos. Esta masa no sabe que criticar a los dirigentes de su partido, en el que militan o al que solo votan, cuando meten la pata, es muy sano, ya no digamos la autocrítica. Lo peor es que, entre ellos, hay intelectuales, periodistas y gente poco inocente. Sería comprensible esta actitud borreguil si obtuvieran algo a cambio del silencio y la complicidad con los atropellos a la ciudadanía y al Estado de sus dirigentes, algunos, por supuesto, lo obtienen, pero la inmensa mayoría están entre los afectados, son también víctimas. Estos días son tantos los ejemplos que podríamos poner de las tropelías de las direcciones de los partidos y de los sindicatos (la última el pacto social) que no vamos a exponer una lista casi interminable. ¿Los verdaderos culpables?, los fanáticos.

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