El profesor López Otín, "Príncipe" de la investigación
Cuando hace años felicité al profesor López Otín con motivo de la concesión de la Medalla de Asturias, me dijo “ya sabes que lo que me gusta es investigar y no recibir homenajes”. Le contesté que debería ir acostumbrándose, pues cada vez más tendría que reservar parte de su valioso tiempo a esos menesteres.
Este año en La Coruña, en la reunión del grupo español de dermatología pediátrica, se hizo un resumen de la historia del grupo y se citó muy elogiosamente a López Otín a propósito del síndrome de Néstor y Guillermo, como premio “Príncipe de Asturias”; yo les dije que por el momento era nuestro “Príncipe” de la investigación en Asturias.
Ese mismo día coincidí en una cena con la catedrática de Dermatología de Barcelona y exdecana, y le pregunté si conocía a su colega, que colaboraba con Otín en el proyecto del genoma de la leucemia, si estaba liberado de la enseñanza y que cómo era intelectualmente; me dijo que sí y que era un genio, pues ya tenemos dos, le comenté, y admirables como personas.
El doctor López Otín ya se tendrá que acostumbrar también a los merecidos elogios; recuerdo, por ejemplo, los del profesor Pedro S. Lazo en el Club LA NUEVA ESPAÑA.
Cuando pregunté a los compañeros dermatólogos a quién entregaríamos nuestra medalla de plata (lo hicimos con dermatólogos, autoridades académicas y sanitarias), me dijeron al unísono que a López Otín, pero les contesté que para él teníamos reservada la de oro.
Hace años, cuando era menos conocido, el Colegio de Estomatólogos le propuso para su premio, el otro candidato era nada menos que el doctor sueco creador de los implantes, tan decisivos en su especialidad; a pesar de eso se produjo un empate, pero faltaba un voto de uno de los directivos, que llegó tarde; era mi primo, al que había hablado muchas veces de la categoría profesional y personal de nuestro profesor desde que había tenido el privilegio de conocerle en los Cursos de La Granda (gracias a don Teodoro por ello, por tu sabiduría, simpatía y generosidad), por lo que no dudó en darle su voto.
Cuando lo elegimos, era el mejor candidato para inaugurar el Congreso nacional de dermatología en Oviedo, que, presidido con gran éxito por el doctor J. Sánchez del Río e inaugurado en su primer acontecimiento oficial por nuestro consejero don Faustino Blanco, y entregarle el premio de la Academia, nos dejó a todos sorprendidos por la extraordinaria e improvisada “lección inaugural” sin papeles ni diapositivas que nos regaló, a la vez que un recordado curso de biología molecular sin recibir emolumento alguno y a pesar de sus múltiples compromisos académicos y profesionales.
Por eso los dermatólogos asturianos le consideramos en la estela de Gaspar Casal, descubridor de la pelagra, como nuestro príncipe y principal investigador (progeria, envejecimiento, proteasas, cáncer, etcétera).
Todos sus discípulos y numerosos grupos de aquí y de fuera han expresado idénticos sentimientos de admiración y el legítimo orgullo que los asturianos sentimos al poder contar con su figura, y nosotros no hacemos más que adherirnos.
Me imagino que mi admirado amigo el profesor César Nombela y los doctores Ginés Morata, Cristina Garmendia, etcétera, habrán tenido el mismo sentimiento que nuestro rector, lo que no es óbice para que felicitemos a los grandes químicos triunfadores este año.
José Ramón Curto Iglesias
Doctor, jefe de sección de dermatología del Hospital Alvarez Buylla de Mieres, vicepresidente de la Sociedad Asturiana de Dermatología
Mieres
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