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El libre albedrío en Molina

19 de Junio del 2014 - José Manuel López García (Gijón)

Evidentemente, es necesario clarificar previamente la significación del término albedrío para evitar confusiones con otros vocablos que están en el mismo campo semántico. El vocablo albedrío deriva de arbitrium que significa arbitrar, discernir reflexivamente respecto a actos. En efecto, en la existencia humana la elección de la conducta más apropiada en cada momento y circunstancia es lo que expresa nuestra libertad como seres pensantes. Los actos son el resultado de nuestra voluntad libre. Este planteamiento ya está claro en la filosofía antigua griega. El mismo Aristóteles con su ética prudencial y del término medio insiste en la función de la libertad como uno de las condiciones básicas para una conducta responsable.

La cuestión del libre albedrío y la predestinación es uno de los asuntos centrales en los siglos XVI y XVII a los que dedica Luis de Molina en el año 1588 una obra titulada Concordia liberi arbitriii cum gratiae donis, divina praesciencia, providentia, praedestinatione, et reprobatione. Ciertamente, las reflexiones y análisis que desarrolla en en este libro son el inicio de una serie de planteamientos críticos que apoyan una interpretación del cristianismo que se opone claramente a las propuestas de Lutero acerca de la predestinación. De hecho el molinismo sostiene firmemente y con argumentos potentes que el libre arbitrio humano no es compatible con la predestinación divina afirmada por las reflexiones luteranas. Es lo que se conoce como disputa de auxiliis. Ante el protestantismo que parece reducir claramente la libertad humana frente a Dios, Molina afirma en sus escritos la absoluta libertad y responsabilidad del hombre respecto a la divinidad y las personas que conforman la realidad humana.

Si se entiende el albedrío como juicio que estructura los actos libres o les otorga justificación y racionalidad se logra un sentido más matizado de lo que pretendía Molina y que también es aceptable en nuestra época. Las contradicciones que se pueden derivar de la negación del libre albedrío humano o de la libertad son tan evidentes que niegan la racionalidad de las ideas luteranas. Porque además el mérito o demérito de las conductas y acciones está depende directamente de la inexistencia de la predestinación y la necesidad en el obrar humano. En este orden de cosas Molina se muestra muy agudo ya que si se siguen las tesis luteranas transforma a Dios en un ser que dirige constantemente la voluntad de los hombres de una forma injusta y cruel, ya que promueve todo tipo de actos tanto los buenos como los malos. Y esto es algo inadmisble si se piensa en la bondad divina.

Indudablemente, la presciencia que es atribuible a Dios y que también afirma un gran pensador como Leibniz no impide la libertad porque el conocer los actos y sucesos futuros por parte de la sabiduría divina no implica un determinismo para la vida humana. El indeterminismo propio de la libertad de elección puede ser conocido por la presciencia divina.

De todas formas, ciertos aspectos del pensamiento de Molina son muy actuales. Ya en su obra Concordia afirma dos notas constitutivas esenciales de la libertad que son la independencia y la autonomía. Lo imprevisible del ser libre es que puede tomar decisiones nuevas, sorprendentes que no son predecibles en sus características más específicas. Por tanto, se puede decir que Molina prefigura o se anticipa de alguna manera a lo que posteriormente pensó Kant respecto a los dos aspectos que constituyen la indeterminación de la actitud libre y que son la independencia decisional y la autodeterminación autónoma de la voluntad libre.

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