La coz y el pardillo
"¡Camaradas!..., ¡podemos...!", grita un tipo con coleta desde el atril. “Mi barba tiene tres pelos”, lanza su coz contra el sistema (que se lo permite porque no es como el de Cuba o China), acompañado por el hueco mantra de su triste flauta de tres notas: igualdad, pueblo y libertad.
¿Qué igualdad? ¿Qué pueblo? ¿Qué libertad? Hombre, no me fastidies, me espeta “mi barba tiene tres pelos”. No ves que los tengo en el bote, no hace falta explicar contenidos cuando basta con lanzar la fórmula.
Así las frases alcanzan rápidamente la categoría de dogma; la religión (dijeron) era el opio del pueblo, pero el fanatismo político es casi mágico, el dogma político es incluso más dogmático (si cabe la expresión), no se discute y el fervor de la masa se desata.
Es entonces cuando desde esa masa le interrumpen los aplausos que llegan hasta el atril cargados con el aroma del porro y el sudor. Es la hora, parecen entender, de los que, liándose un canuto, no saben hacer una “o” con él; la hora del mérito nulo, del estudiante deficiente por vago y maleante, del mérito del “piercing” y del botellón.
Entre los partidarios de la idiotacracia, un pardillo grita: “La huerta valenciana será de marihuana”, y mientras los piojos saltan de alegría, sus colegas ya lo ven colocado de ministro de Agricultura...
En fin, es un consuelo saber que los padres de la guillotina también fueron degollados por ella.
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