¿Podemos?

29 de Junio del 2014 - Martín Montes Peón (Oviedo)

De las diversas lecturas que se quieran hacer sobre la irrupción en el panorama político español, de la nueva formación Podemos, creo que hay que partir de un hecho incuestionable como es la obtención de cinco escaños en Bruselas y alrededor de un millón doscientos cincuenta mil votos. Por mucho que puedan parecer sorprendentes estos resultados y que el resto de fuerzas políticas se hayan apresurado a señalar que los votos europeos no se puedan extrapolar a la política nacional, o que tan sólo se trata de una situación coyuntural, viene a probar, cuando no a constatar, que la mayoría del espectro político de este país anda bastante alejada de una realidad social que ha querido dejar claro el hartazgo de una parte importante de la ciudadanía resuelta a emprender un cambio profundo de las anquilosadas estructuras políticas tradicionales, enteramente viciadas por impresentables niveles de corrupción, por la mentira sistemática y por el alineamiento insufrible con los resortes de unos “mercados” salvajes, empeñados decididamente a que la enorme brecha abierta entre ricos y pobres cada vez adquiera unas proporciones más sangrantes.

Tengo la convicción de que Podemos ha venido para quedarse. Pueden tener cierta razón quienes aseguran que en nada se parecen unas elecciones europeas a unas generales, pero quienes se nieguen a admitir que los resultados del pasado mes de mayo han sido inocuos, entonces es que no se han enterado de nada. Por lo pronto, el aturdimiento creado entre los amos del bipartidismo es tan palmario que, por no tener, siquiera han tenido la dignidad de admitir caballerosamente la aparatosa pérdida de apoyo que el electorado les ha infligido ni, mucho menos, saber encajar de manera democrática la aparición de una nueva fuerza política que, pese a su incipiente implantación, ha tenido una aceptación nada desdeñable entre los electores.

La respuesta para tratar de entender el avance de un partido como Podemos tampoco es necesario ir a buscarla allende nuestras fronteras. De las muchas que podrían darse, sólo expondré unas pocas de muestra. Por ejemplo, la insensibilidad probada del bipartidismo no temblándoles la mano a la hora de desmontar el Estado del bienestar para congraciarse con el ala más dura del capitalismo salvaje, término, por cierto, acuñado por el papa Francisco en su exhortación “Evangeli Gaudium”, provocando que millones de personas seamos mucho más pobres, mientras los beneficios del gran capital engordan como nunca hasta extremos realmente obscenos. O haciendo posible que, como consecuencia de los recortes aplicados a los más desfavorecidos, hasta la Defensora del Pueblo haya instado al Gobierno para que durante las vacaciones escolares se dejen los comedores abiertos, a fin de que millones de niños puedan hacer una comida decente al día. O posibilitando que cientos de miles de jóvenes formados en nuestras universidades tengan que marcharse para poder, simplemente subsistir. O decenas de ejemplos más que siempre acabarán redundando en favor de los mercados antes que en el de las personas.

Por éstas y muchas otras razones, no es difícil sospechar que el éxito de Podemos, no ha hecho más que empezar. Pero, además, esta organización también va a ser beneficiaria del llamado “efecto boomerang”. Hace unos días me recomendaron que siguiera la intervención y la entrevista de quien es su líder, Pablo Iglesias. A sabiendas de mi escasa afición por la televisión, observé, sin embargo, que al señor Iglesias y a la formación a la que representa les dieron más palos que a una estera, a cargo principalmente de dos periodistas instalados en la clásica postura de la intolerancia y la crispación. Menos acusarlo de haber sido el autor material del asalto al tren de Glasgow, le obsequiaron con una exquisita retahíla de insultos y descalificaciones que, lejos de hacerle perder la compostura, el señor Iglesias no respondió en ningún momento con el mismo nivel de intolerancia ni repelió la agresión verbal con dosis mayores de descalificación. Efectivamente, ése es el camino. Sin necesidad de grandes aspavientos, han de ser muchos los que le hagan gratuitamente la campaña a Podemos. Del mismo modo que cada vez que el bipartidismo ha arremetido contra Cataluña ha propiciado que miles de votantes se inclinen por el nacionalismo, en cada ocasión que lo hagan con Podemos y su líder, la base electoral también crecerá de manera exponencial. Y si lo realmente preocupante para los intolerantes es que el programa político de esta nueva formación parezca irrealizable, no cabría más que añadir que si bien sería necesaria la concreción y el matiz de alguno de sus términos, no es menos verdad que se trata de una apuesta decidida por la prioridad de la gente común frente a las insaciables exigencias y el egoísmo de unos mercados nunca conformes con sus ingentes beneficios. Existen alternativas y además no son utópicas, porque tan sólo son cuestión de voluntades políticas. Así que, pese a quien le pese, todo hace indicar que la presencia de Podemos en el panorama político español será una constante con la que habrá que contar de ahora en adelante. Eso sí, habrá que prepararse para escuchar cualquier tipo de aberración, e incluso de amenaza, por no decir que se les colgarán responsabilidades como las de la marcha del monarca: por lo menos. Pero eso tan sólo serán los típicos gajes del oficio. Y para concluir una de las reflexiones cervantinas más ajustadas al hecho que nos ocupa: “Amigo Sancho: ladran, luego cabalgamos”.

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