Novísimo hospital
Oviedo no es Zalamea de la Serena ni el compás dibuja, en el aro del tiempo, un retorno a la España de Calderón de la Barca. En la Vetusta temporal el drama se desarrolla con personajes y hechos reales que mancillan el honor, no de una hija, sino de un colectivo de autobuses urbanos y taxistas que se sienten huérfanos de apoyo institucional en la gran tragedia que supone que don Pedro Crespo, el alcalde, permita que el oligopolio, representado por la figura del noble don Álvaro de Ataide, consume el mayor agravio contra el tejido social y económico de la ciudad.
En Zalamea el pueblo unió su destino al de un alcalde enfebrecido por la ira que intentó restaurar el honor de una hija mancillada. En Oviedo los personajes de alcalde y noble sintonizan en pareceres infringiendo la ley y las disposiciones en vigor, recogidas en decreto, que a la luz de los hechos se convierte en papel mojado.
El pueblo, supuesto beneficiario de esta concurrencia de intereses, pierde en la medida de que pueblo no es solamente el que viaja mirando por la ventanilla; es el que se detiene en la tienda, en el comercio, en el quiosco, en el bar, el que coge el taxi, el autobús urbano. Pueblo es el que pagó con sus impuestos una estación de autobuses donde atina el reglamento de transportes a decir que tiene que recalar todo el transporte interurbano que circula por la ciudad.
Felipe II mandó construir el real monasterio de San Lorenzo de El Escorial para albergar los restos de su padre, Carlos I. El Principado planificó la obra del HUCA en La Cadellada pensando en un moderno centro donde el paciente gozara de la paz y reposo necesarios para una recuperación saludable. No parece que el caos circulatorio provocado por el acceso indiscriminado de autobuses a su recinto sea la mejor terapia. Entre humos y ruidos; entre pestes y procacidades; entre el flagrante incumplimiento de la normativa de transportes en vigor (reglamento de transportes), los gobernantes de la autonomía pretenden venderle al pueblo la medicina del subvencionismo más descarado, perjudicando a otros operadores.
Calderón, en su obra, crítica que la comisión de un delito quede impune, aunque sea el pueblo el que lo encubra. Quizá disculpa la voz callada de ese mismo pueblo, por ser un notable quien arremete contra el honor del regidor en la persona de su hija.
Los abusos de poder unas veces perjudican a unos u otros, pero perjudican siempre al pueblo, aunque a veces éste piense que la vida es sueño.
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